Sukius

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—Sé que estás ahí. Eres horrible con las sorpresas. — sus ojos se abrieron paso, encontrándose con el pálido rostro del joven en sus narices y cómo respuesta, el chico hizo una mueca de decepción, pero incomodidad a la vez.

Las numerosas hojas lograban suavizar el calor con su sombra serena, siendo ayudada por la brisa inquieta del verano. Era insufrible el calor abrasador, pero su tez suspiraba relajada cuando el césped tocaba su espalda, usando como almohada sus antebrazos para disfrutar de la flora plena. Era esa hora especial. Su mente contaba cada segundo para poder ver a su albino querido y siempre esperaba, causando ese pequeño deseo. Sukuna era un ser que si quería algo, se lo tenían que ofrecer como dé lugar o simplemente él mismo lo iba a buscar, sus mandatos eran de temer y deberían ser respetados, cosa que ver al espadachín era pan de cada día. ¿Qué importa si ellos se enteran? ¡Que se vayan al diablo!

"Es imposible asustar a este tipo." Otonami pensó, estático en una pose algo cómica para la vista de un tercero. Uraume solo pasó a su lado, dejando la privacidad a su venerado rey ya que ya había cumplido con su labor de traer al joven espadachín.

Siempre lo escoltaba ya que era una forma de "protección" o simplemente vigilancia. Ryomen pensaba en todos los detalles.

Sus narices comenzaban a olfatear de manera curiosa, desesperada. Cius alzaba su cabeza, comenzando a buscar a su alrederdor el delicioso aroma de algo apetitoso y que probablemente estaba recién hecho. Su estómago comenzaba a gruñir. —¿Eso es?...— Sukuna por su parte, dejó al descubierto un plato de madera, en otras palabras una bandeja que contenía diferentes tipos de comidas, postres, aperitivos que representaban la entrada de un agradable picnic. ¿Entonces por eso lo mandó a buscar? Cius sonrió emocionado, mostrando ese lado tan característico y causando una terneza profunda que nuevamente había flechado a la maldición, pero lo mantuvo bajo su cara inexpresiva. Estaba tan hambriento que sus manos aplaudieron cuando agarró los palillos, agradeciendo la comida por educación. —¡A come-

—Quieto ahí.

Su cuerpo quedó estático, como la imagen de un rayo dibujado. Cius no alcanzó a deborar la bola de arroz y musitó cuando encontró los ojos del rey de las maldiciones observarlo con suma atención. Sukuna lo detuvo con su voz autoritaria, matando la tranquilidad del ambiente y creando una pequeña tensión quemadora. —¿Pasa algo? — Cius fue lo único que pudo susurrar, resguardando sus acciones con la timidez en su mirar.

Sus párpados se movieron por inercia, sintiendo una corriente por su espalda y como todo un chico regañado, quedó callado. Pensaba en errores o causas, pero se quejó desprevenido cuando las manos intrusas de Ryomen lo acercaron, rompiendo sus barreras y jugando con sus cuerpos por la grata cercanía que el mismo rey había hecho. Los dos juntos, yacía en el suelo verdoso. Sus miradas no dejaban de analizar la existencia de cada uno. —No toleraré que no saludes a tu rey antes de la comida. — Sukuna comentó. Indignado.

Palabras que Cius recibió de mala gana, casi de manera infantil, pero hizo vista gorda a la molestia tan especial de Ryomen. —Entonces… — no pudo evitarlo, pero con tan solo pensarlo, sus pómulos se enorgullecieron con suspiros por el calor de su nuevo color adquirido. Cius alzó sus brazos, modo en el que invitaba a su compañero a sus ideas más especiales en esa mente tan retorcida.

Ni siquiera alcanzó a dialogar. Su libertad se le arrebató y su aliento gimió con la melodía de las hojas tararear. Su espalda chocaba contra el suelo, sintiendo el cosquilleo en su estómago cuando sus labios fueron devorados. No puso resistencia, su alma se ahogaba en sus gritos llenos de sentimientos puros y que solo eran provocados por la persona que estaba justo arriba suyo, quitándole la tranquilidad. Siempre hacia esas entradas tan inesperadas por el simple hecho de verlo en ese estado, a Sukuna le encantaba, buscaba cualquier forma de complacerlo, y por mucho que lo hiciera, siempre quedaría flechado por la imagen que tenía en frente.

Itius Shorts... Y SukiusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora