Inesperado

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Me encontraba aburrido en mí palacio, cómo siempre. 

Cómo normalmente lo hacía, caminé hasta el jardín para descansar la vista después de haber leído muchos manuscritos enviados desde el gran salón marcial. Cada uno era sobre algo diferente, y, a pesar de eso traté de terminar con la pila enorme de ellos, pero el cansancio de estar horas dentro de cuatro paredes me sofoca. Aún más cuando mí aburrimiento era masivo, y mis ideas estaban mezcladas unas con otras.

Al salir de aquella habitación, y respirar aire puro me sentí liberado.

Caminé por los senderos del jardín, y desde ellos pude observar las nuevas plantas que germinaron no hace mucho tiempo.
De hecho, yo estuve presente cuando las plantaron. Y ahora veo el resultado de aquellas semillas, las cuales fueron un regalo por parte de un conocido.

El lo hizo en buena fé, pero yo nunca las acepté. Le dí mí opinión de acuerdo a esas semillas, pero el no me hizo caso, y decidió obsequiarme todas.

Pensándolo bien, tuvieron su historia.

Actualmente se encuentran bien cuidadas, y con sus respectivos tratos.
Si continúan a mí cuidado, y el de mis empleados, es muy probable que sigan cómo vienen.

Decidí sentarme en un banco para poder admirar la vista del hermoso jardin que adornaba mí palacio.

Estaba tranquilo, sin ruido. En paz.

Hasta que...

Se escuchó de golpe, un impacto en la pared, la cual limitaba con el afuera, y luego en el suelo un hombre. Al parecer estaba entrenando. Pero, ¡¿Por qué tenía que caer justo aquí y ahora?!

—Hey! —Grité con fuerza hacia el muchacho.

El me miró y luego se paró rápido.

—SI!

Me acerqué caminando veloz, llegué dónde se encontraba el chico. Seguidamente hablé con un tono alto

—El campo de entrenamiento se encuentra hacia el otro lado, por qué estás aquí?

—El señor Nan Yang nos dejó practicar cerca de aquí!

Enserio?! No puede ser más....

—Dónde está tu general?!

El muchacho no contestó ya que, estaba nervioso con la cabeza baja. Pero, entre algunos compañeros del chico, apareció una persona distintiva, la cual conocía perfecto.

—Aquí estoy.

El imbécil de Feng Xin.

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