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Cuando regresaste al pueblo, corriste a tu casa, apenas saludando con un gesto vago a quienes te saludaban. Entraste a tu casa dejando el conejo de madera en la mesa que estaba en tu entrada para cerrar la puerta de golpe y dirigirte lo más rápido que podías a casa de Samuel.

Cuando llegaste, el a penas salía de su casa haciendo que suspirsrqd con alivio. 

— Un poco tarde, ¿No crees? — hablo con un tono bromista, agradeciste que no se veía molesto por tu tardanza.

Aunque ahora que lo piensas no lo has visto enojado o disgustado, su paciencia probablemente se debía a su trabajo, trabajaba en un hospital a unas horas de aquí, supones que no muchos pacientes han de ser amables y como su trabajo, dudas pueda haber mucho.

— Lamento mucho la tardanza, perdí la opción del tiempo y... — alzaste las manos mientras explicabas pero las déjaste caer, no sentías que ese excusas fuera a ser de gran ayuda. — de verdad lo siento. — susurraste mirándolo.

El solo te sonrio y soltó una pequeña  risa, negó con su cabeza.

— Está bien, al menos llegaste. Los niños están en la sala, están viendo una caricatura, con suerte vengo a las siete, tal vez las ocho o nueve, espero no. — suspiro alejándose de la puerta. — No tienes que quedarte después de las siete pero como quieras. Me voy, te veo luego. — y con eso, se subió a su auto.

No pudiste evitar divagar un poco, sabías que Samuel era viudo, vivía casi en su totalidad por sus hijos, trabajaba y directo a casa, su esposa debió vivir una vida feliz...te preguntas de que falleció pero eso sería meterse mucho en la vida de Samuel.

Sacudiste levemente tu cabeza, quitándote esos pensamientos de la cabeza. No deberías divagar así sobre la esposa fallecida de Samuel.

(...)

Ayer apenas te acordabas llegar a casa, Samuel llegó al rededor de la una de la madrugada, te llamo la atención por estar tan tarde esperándolo, sabes que no pasa nada importante en este pueblo pero...no querías dejar a los niños solos.

Soltaste quejidos mientras abrías los ojos para enfocar la mirada, apenas tenias ganas de levantarte pero los golpes en tu puerta eran molestos.

Te sentaste en la cama, tallando tus ojos frustrada, todavía te sentías cansada, cuando sentiste el piso frío bajo tus pies, frunciste los labios.

— Frio... — susurraste para ti misma. Comenzaste a caminar a la puerta principal donde los golpes se hacían más fuertes.


Cuando abriste la puerta, te quedaste mirando a Amelia unos segundos, pestañas te confundida.

— Buenos días. — Murmurraste aún con la voz ronca, ella soltó una risa, te hiciste a un lado y para dejarla pasar.


-— Vine por mi canasta. Es de tarde ya, parece que alguien no durmió muy bien a noche. — su tono era algo burlón, haciendo que quisieras quejarte pero te llamo más la atención lo que dijo.

— ¿Ya es la tarde? — volteaste a ver tu reloj, soltaste un suspiro cuando viste que eran las tres, pensar que todavía te sentías con sueño.

Aunque tenía sentido, los niños fueron a dormir hasta las diez y estuviste jugando,.corriendo aparte saltando, algo esperable te sintieras tan cansada.

Miraste a Amelia, ella solo se rió y negó divertida. — ¿No sientes que olvidas algo? — hablo con una sonrisa.

Te quedaste callada unos segundos hasta que entendiste, sonreire avergonzada. — claro, la canasta, lo siento. — dijiste yendo a tu sala, solías dejarla en el sillón.

Cuando llegaste, pestañas te confundida, no estaba. Empezaste a buscar en la casa de re ojo pero no estaba y la canasta no era pequeña.

Volviste avergonzada a dónde estaba Amelia. — creo que al deje en casa de Alastor. — susurraste avergonzada. Cuando la miraste, en sus manos tenía el pequeño conejo de madera.

—Bueno, si no te conociera pensaría que buscas excusas para ir a verlo, parece que te gusta ir. — te miro con una sonrisa burlona.

— para tu edad si que tienes creatividad. — murmurre para mí misma. — Pero para que sepas, ayer salí muy rápido de su casa, no hay doble intención. — bufé.

Ella negó divertida. — está bien...igual parece que le agradas, es de el..¿No? — dijo acentando el conejo de madera. — se ve que es parte de su trabajo, no vende cosas que hace con madera, usualmente solo regala una que otra muy rara vez.


— Bueno, yo diría que es algo así como un señor muy cascarrabias, bastante en si. — Amelia soltó una carcajada.

— ¡Ni que lo digas, es un amargado hecho y derecho! — exclamó feliz.

Hablaste unos minutos con Amelia antes de que casi te sacará de tu propia casa para que fueras por su canasta. Seguro Alastor te culparía por qué no le llevaste nada de comida...la verdad descuido tuyo pero igual no te es desagradable la idea de ir a verlo, es agradable en realidad.

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⏰ Última actualización: May 05 ⏰

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