Capítulo 8

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La polla de Kun estaba a punto estallar sus pantalones vaqueros cuando levantó la mirada hacia la perfección absoluta del cuerpo de Lucas. El halcón cumplía todos y cada uno de los sueños húmedos de Kun y algo más. A pesar de que su constitución era más delgada que la de la mayoría de los Halcones, tenía una buena tableta de músculos. La boca de Kun se hizo agua ante la necesidad de lamer cada uno de esas pendientes y aristas.

Lucas se subió a la cama, pero no hizo ningún movimiento para tocar a Kun.

—No te voy a joder —declaró Lucas mientras acariciaba su propia polla.

Kun hizo un sonido de angustia. —¿Qué? ¿Por qué?

—Porque, voy a hacer el amor contigo —prometió Lucas mientras pasaba una mano por el pecho de Kun.

—Muy bien, estoy bien con eso. —Kun intentó apartar su típica manera de actuar, sus burlas de todos los días, pero la forma en la que su voz chirrió, sin duda lo delató.

—Por favor, dime que tienes lubricante en algún lugar.

Kun asintió hacia la mesita de noche antes de rendirse finalmente a la tentación y estirar su mano para tocar a Lucas. Con un toque lento, exploratorio, arrastró sus dedos por el hombro de Lucas, siguiendo por sus costillas y finalmente, por la curva de su cadera.

—Te sientes tan real —dijo Kun asombrado.

Lucas se echó a reír. —¿Esperabas algo más?

—No, esto es real, después de todas las veces que he soñado con que esto ocurra, sólo para despertarme por las mañanas y decepcionarme porque no lo era —admitió Kun.

Lucas llegó debajo de la camisa de Kun y le dio un buen pellizco en un costado. Kun dejó escapar un grito de dolor. —

¿Qué fue eso?

—Así sabrás que no estás soñando —dijo Lucas con una sonrisa malvada—. Ahora, desnúdate mientras tomo el lubricante.

Kun se apresuró a obedecer, sus movimientos torpes y cómicos eran maravillosos, pero Lucas no se rió para no enojar a su bebé. Sin embargo, por alguna loca razón, por una vez su ineptitud sólo trajo una tierna sonrisa a los labios de Lucas.

Kun no sabía qué había causado el cambio en el corazón de Lucas. ¿Por qué el halcón había decidido reclamarlo, a él, un águila loco, como compañero? Pero Kun no iba a dejar pasar esta oportunidad. Por una vez, una pequeña porción de felicidad estaba a su alcance, y maldita sea, Kun la iba a agarrar con ambas manos y disfrutar de cada segundo mientras durara.

Una vez que se hubo quitado toda la ropa, Kun no pudo evitar sentirse poca cosa. Mientras que Lucas y la mayoría de los cambiaformas eran musculosos, bien construidos, Kun se sentía como el pequeño de la camada. Era más delgado, más pequeño y más débil, y nunca antes había sido más consciente de sus fallos.

Sumando a todo eso el hecho de que todavía llevaba el vendaje condenatorio. Las líneas blancas eran una señal de vergüenza. Empezó a mirarlas cuando una sensación familiar empezó a pesarle.

Lucas se inclinó y cogió con mucho cuidado las muñecas de

Kun en una mano. —No pienses en eso ahora.

Después de darle un beso, Lucas le levantó los brazos hasta que sus muñecas estuvieron por encima de su cabeza. —Mantén tus manos aquí y no las muevas hasta que te dé permiso.

—¿Qué pasa si me pica algo? —preguntó Kun.

Por su sarcástico comentario, se ganó un amoroso mordisco no muy suave en su pezón derecho. Kun gritó por la mezcla de dolor y placer.

Serie de los CP 11 - Los Lamentos de KunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora