VI ¿Fortuna o maldición?

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Marcos entró al dormitorio cubriéndose la cabeza por si Damián le lanzaba algo. Su primo estaba en la cama, con cara de trauma junto a la caja de galletas vacía.

—¿No me digas que estaban malas y te hicieron daño? Qué mata pasiones.

—Estaban deliciosas. Fui para agradecerle y la vi besándose con otro.

—¿Seguro que era ella?

—Sí.

—Tú también te besas con otra, están en igualdad de condiciones.

—No es lo mismo. Alana no es del tipo de mujer que besaría a alguien sólo para sacarse la calentura. Si lo besó es porque lo ama —concluyó Damián.

—Estás siendo muy dramático. Apenas y has hablado con ella, no la conoces. De todos modos, yo te lo advertí. Ella es guapa y tú tardaste demasiado. ¿Qué vas a hacer?

—Nada. Al principio no entendí por qué se besaba con otro, pero es evidente. Ella es humana, los humanos no tienen mates, Alana no siente nada de lo que estoy sintiendo yo, ella no está enferma, mi sentir es completamente unilateral, soy el único maldito por el destino.

—Tienes razón, no lo había pensado de ese modo. Igual y podrías conquistarla y hacer que sienta lo mismo.

—No. Esto es una bendición, es lo mejor que podría pasar. Ella estará a salvo de todo. Hará su vida con alguien más y será feliz, sin tener que lidiar con nosotros y nuestro mundo o nuestros problemas. Ella estará bien.

—¿Y tú?

—Yo... Me gustaría decir algo patético como que seré feliz si ella lo es, pero sé que no será así. Al menos tendré el consuelo de que seré el único que sufra.

Marcos lo abrazó. Qué manera de complicarse la vida, no lo entendía. Tal vez, cuando encontrara él también a su mate podría hacerlo. Esperaba que no ocurriera pronto porque amaba su libertad.

〜✿〜

Damián intentaba comer. Era difícil hacerlo cuando tenía el estómago hecho un nudo. Los jugos gástricos eran pura angustia, mezclada con melancolía. Se sentía de luto, aunque hubiera perdido a alguien que nunca tuvo. Era una sensación alienante a la que esperaba sobrevivir.

—Hola. ¿Podemos comer con ustedes? —preguntó Ximena.

—Claro —respondió Marcos—. ¿No comerán en el pasto hoy?

—A Xime le picó el trasero una abeja  —contó Alana, soltando una risita.

—No la vi y me senté sobre ella.

—No puedo culparla, yo te haría lo mismo si te sentaras sobre mí —se le insinuó Marcos.

—¡Oh, por Dios! Descarado. ¿Qué le pusieron a la comida hoy? ¿Picante?

Marcos y Ximena eran todos risitas y miradas lascivas. La sonrisa que tenía Alana se le borró en cuanto miró a Damián, sentado frente a ella. Parecía que hubiera tragado vidrio, así de mal se veía, como si padeciera una enfermedad terminal y fuera a morir en cualquier momento. Tuvo miedo de que fuera contagioso porque se le hizo un nudo en la garganta y empezó a llenarse de angustia.

—¿Te gustaron las galletas? —le preguntó.

Damián se levantó y se fue con prisa, dejando su comida a medio terminar.

—Creo que no le gustaron... No debí sentarme aquí. —Alana quería correr y llorar y no sabía por qué.

—No es por las galletas, es... Vio a la chica que le gusta con otro y eso lo tiene mal —contó Marcos.

¿Por qué debías ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora