V La sorpresa

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—¡Ay Xime, me muero de la vergüenza! —exclamaba Alana.  

Ximena también se moría, pero de la risa.

—Ya no podré ni mirarlo, cada vez que lo haga me acordaré de sus ojitos rojos. El pobre no dejaba de llorar —lamentó Alana.

—Demostraste que el energúmeno tiene lágrimas. ¡Es un gran logro! ¡Jajajajaja!

—¿Y si queda ciego?

—Si eso fuera posible saldría en las advertencias del spray y no lo dice, quédate tranquila. Es lo que se merece. Igual acabó en la enfermería contigo el mentiroso, es el karma ¡Jajajajaja!

—Y lo peor es que no me bastó con el spray, también le di una patada. Y ahí abajo.

—¡¿Qué?! ¡AJAJAJAJAJA! ¡Salvaste a Lucy de la invalidez! ¡Ay, Ay, me orino!

En la residencia de hombres también había risas.

—Admite que es gracioso —dijo Marcos.

Damián se miraba al espejo, nada parecido a una risa había en su cara, todo lo contrario. Y no sólo sus ojos estaban rojos, toda la piel circundante se había irritado. Parecía un mapache. Le quemaba.

—Ya ni siquiera puedo estar en paz porque me viene esa sensación de angustia que me guía hacia ella y luego ocurre esto. Es una clara señal de que esa mujer será mi ruina. Tengo que alejarme de ella.

—Es todo lo contrario, tienes que acercarte a ella para asegurarte de que está bien. Sólo así recuperarás la paz, sólo así confirmarás que es tu mate.

—¡¿Confirmarlo?! ¿Qué corra hacia ella cuando está en peligro no es suficiente confirmación? ¿Qué mi corazón lata como lo hace cuando está cerca no lo es? ¿O que me hierva la sangre cada vez que la veo?

—Estás enamorado.

—¡No! ¡Estoy enfermo! Así me siento, como un enfermo. Ella me enfermó, es... es peor que el Covid.

Marcos estalló en carcajadas, mientras Damián no daba más con la angustia que le apretaba el pecho. Empezó a lagrimear.

—No sé qué hacer... nunca me había sentido tan perdido... El corazón me duele más que las bolas que me pateó...

Los intentos de Marcos por controlar sus carcajadas fallaron incluso con su primo llorando a mares. Se dio una bofetada.

—Ya, Dami. Tranquilo.

—Me arden los ojos...

—Ay, jajaja... Ejem. Escucha, lo solucionaremos. Todo tiene solución, incluso los designios ineludibles del destino, que no te engañen las tragedias griegas, qué saben ellos. Lo resolveremos y empezaremos por ponerte las gotas que te recetaron para los ojos. Todo estará bien, ya verás... jajaja...

〜✿〜

Nada como un fin de semana lejos de Alana para poner sus ideas en orden. Damián ni siquiera había pensado en ella, lo consideraba un éxito. Ahora, de vuelta en clases, se preguntaba a dónde habría ido ella en sus días libres. Él había salido a divertirse con Marcos, supuso que ella haría lo mismo. ¿Habría regresado a dormir por la noche?

—Hola —lo saludó Alana, sobresaltándolo.

No la sintió llegar, otra buena señal. Se sentía optimista.

—Hola —respondió de mala gana. Ya casi le salía natural.

Alana se sentó frente a él en la mesa de los jardines afuera del edificio de matemática.

¿Por qué debías ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora