IX Estrategias de conquista

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Alana no estuvo muy segura de si alegrarse de que nadie estuviera cerca para oír lo que Damián había dicho o preocuparse por estar a solas con él. Ni ella misma se creía sus palabras, pero estaba tomando con puntualidad sus antipsicóticos, así que debían ser ciertas.

—¿Algo más? —preguntó.

—¿Necesitas que te lo explique? Porque no tengo ningún problema en hacerlo. Me gustas.

Alana se afirmó de la mesa, el piso se le movía. Tal vez debía llevar a Damián a su siguiente cita con el médico.

—¿Yo te gusto? —le preguntó él.

Ella intentaba que sus neuronas salieran del shock y se reconectaran, pero era difícil.

—Vamos, Alana. Somos adultos, es una pregunta sencilla.

—Sí, pero me toma por sorpresa.

¿Acaso le había faltado sutileza?

—Era bastante evidente —señaló él.

—¡¿En qué planeta?! Cuando te vi ahí parado creí que venías a matarme.

—Es tensión sexual, Alana, no homicida. Son completamente diferentes.

El hombre se le acababa de declarar y ya estaba hablando de sexo, Damián volaba y ella apenas pensaba en cómo despegar.

—Es una sensación sofocante. ¿No sientes calor, como si el aire ardiera? Yo me estoy quemando —agregó él.

Ella alejó su silla. Las palabras construían realidad y las de él ya la estaban prendiendo. Damián acercó su silla, ella se levantó.

—Ya es tarde, tengo que ordenar los libros.

—Yo te ayudo. No creas que te vas a escapar, esta conversación no quedará a medias.

Acorralada como una rata, así se sentía Alana. De un instante a otro, Damián se había convertido en un depredador. Y no la asustaba para nada, todo lo contrario. Se fue con algunos libros, él cogió los restantes. En su nerviosismo y ansias de huir, los estaba poniendo en cualquier parte, que Dios la perdonara.

Se fue metiendo por entre los pasillos, acercándose hacia la puerta. En cuanto pusiera el último libro, saldría corriendo. Ella era rápida, podría ganarle y no lo creía capaz de echar la puerta de su habitación abajo con Ximena adentro. ¡Ojalá y estuviera Ximena adentro!

Miró para todos lados, no había moros en la costa. Puso el último libro y la atraparon de la cintura. Eran los brazos de Damián, ya conocía su fuerza y su calor. La acorraló sin problemas contra el librero.

—¿Qué haces? Espera —intentó mantenerlo alejado empujándole el pecho.

En el empuje ocultaba las ganas de acariciarlo.

—Quiero mi respuesta —exigió él, tan cerca que el aroma a menta de su aliento le hizo cosquillear los labios.

—Necesito pensar en una y si me presionas no puedo concentrarme.

Los sesos se le estaban volviendo gelatina, igual que el resto de su cuerpo.

—Creo que no me expliqué bien. Quiero ser un caballero y necesito una respuesta antes de besarte. Porque de aquí no te vas sin que te bese.

Ahora sí sentía el calor del que él hablaba. Alana se derretía y ya no lo empujaba. Le tenía las manos apoyadas en los hombros.

—¿Y si mi respuesta es no?

—Te beso de todos modos y te vuelvo a preguntar a ver si cambiaste de opinión.

Alana rio. Su resistencia era inútil, ya había caído hacía rato.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2023 ⏰

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