Diecisiete: Una Realidad Difícil de Digerir.

20 0 0
                                    


Tras aquella noche mágica durante la cual Blaise tuvo la realización de todos sus locos deseos, una especie de burbuja de entrañable felicidad se instaló entre los dos jóvenes, mientras generaban una comunión propia de dos amantes que se daban lo que tenían, ya que tanto les había sido negado.

Y aunque Theodore no parecía lleno de alegría, al menos había alcanzado cierta paz de espíritu y había empezado a sonreír con mayor frecuencia, lo que era suficiente para que Blaise considerara que todo aquello era una especie de milagro, algún tipo de compensación florecida incluso en la salvaje desviación de su verdadera vida.

Las cosas estaban tan bien cuando habían estado tan mal, que Blaise dejó que sus propias dudas se secaran a la luz del suave sol que los alcanzaba para entibiar sus almas heladas. 

En cambio, se dedicó a amar profunda y sabiamente a su mejor amigo y vio como, poco a poco y muy lentamente, Theodore permitía que sus profundas cicatrices curaran lo mejor que se podía, hasta que llegó el día en que sus ojos azules, si bien expresaban añoranza, ya no reflejaban desesperación y aunque su alma sin duda necesitaba todavía de Arianhrod, al menos había llegado a un acuerdo con su necesidad para volverla manejable y permitir que el cambio en su existencia se diese, tal como viniese, y no tal y como deseara.

El muchacho empezó a hablar más del presente e incluso del futuro cercano sin que el nombre de ella se deslizara en la conversación y pronto Blaise entendió que, de algún modo que él no estaba seguro de entender, Theodore había conseguido soltarla, al menos para no correr en su busca yendo por si solo al abismo oscuro de una muerte prematura.

Lo mejor es que la recuperación de Theodore, aunque lenta, aceleró la propia curación de Blaise, por lo que pronto ambos pudieron reunirse con el resto de sus seres queridos sin sentir la debacle de su maldición arruinando todos sus encuentros. 

A este respecto, Blaise seguía teniendo su humor caustico de siempre y Theodore se limitaba a escuchar a todos, hablando rara vez, pero permitiendo que la gente se acercara y se alegrara con su cambio. Al final ambos visitaron también a Narcisa Malfoy, que también estaba solidificando su círculo social, por lo que se mezclaron con la crema y nata de la Sociedad Mágica y dejaron de ser los despojos de la juventud acabada de una guerra implacable.

Así pasaron los meses, hasta que pasó un año, luego otro y luego  el verano dio paso al otoño y volvió el invierno otra vez, estación que decidió traerles a un deprimido Draco Malfoy, que había decidido enterrarse en el dolor de su infelicidad al casarse con una mujer que no amaba y apenas conocía para poder encumbrarse de nuevo a un lugar prestigioso que le permitiera sacar adelante la reputación de su familia. 

En realidad, de aquella reunión privada sacaron poco y nada agradable: Sin mencionar su nombre, era para ellos dos obvio que Draco seguía amando a Pansy Parkinson y lamentaba haber precipitado con su decisión la partida de ella, y dado que nunca fue su intención, tampoco sabía qué hacer para que Pansy volviera, cuando era tan claro que la presencia de la joven no lo haría cambiar de opinión y lo hiciera juicioso.

También era evidente que, de los tres, en aquel momento era Draco el que más infelizmente se tomaba la vida, cuando en su momento era quien más la había desperdiciado, pero ninguno de sus amigos se encargó de restregarle en la cara sus errores: Theodore no tenía nada qué decir al respecto y Blaise ya le había dicho lo mismo innumerables veces.

Pero lo escucharon, con una atención que no era, en absoluto, fingida, hasta que, sin poder hacer más, lo dejaron marcharse para que pudiera dormir su borrachera en su casa, ya que no se veía con la fuerza para dormir en la casa de Blaise en la habitación de invitados.

La Cachonda Leyenda de mis Juguetes Sexuales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora