Veintitrés: Un Largo Olvido.

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Queridos lectores: Este capítulo ha tardado en formarse, sino en mi corazón, tal vez en mi cabeza. Pero como habla de muchas y variadas cosas, les ruego se tomen el tiempo, porque la idea original se ha complejizado y si bien tengo ya definidas las cosas, nuevos detalles se van engarzando con el tiempo.

Sin más, la narración.


Veintitrés: Un Largo Olvido.

Nadie sabía esto, ni siquiera el propio Theodore Nott, pero Draco Malfoy era un hombre de pocas costumbres, siendo las que tenía muy arraigadas... y una de ellas se había convertido en escoger el día más lluvioso del año para acudir a la tumba de Arianhrod Nott, otrora Blackthorn, y dejarle flores.

Conociendo a aquellos dos, cualquiera que lo supiese se sorprendería hondamente ante este gesto. Arianhrod Blackthorn y Draco Malfoy se desagradaban profundamente y la única real conexión entre ellos fue siempre Theodore Nott. Durante muchos años circuló el rumor de los miles de intentos de Theodore de reconciliarlos y de las caras tensas de las chicas de Slytherin cuando se veía venir que tenían que coexistir en la misma habitación, pero lo cierto es, también, que si los conocías lo suficiente, sabrías que se querían.

Que les había costado años de sudor, profundo trabajo interior y una enorme paciencia, pero llegó un momento en que lograron hacer más que aguantarse.

Que Draco daría su vida por Arianhrod. Que Arianhrod pondría la vida en riesgo por él.

Porque Theodore era hermano de Draco. Y si Theodore amaba a Arianhrod, entonces Draco podría aceptarla también.

Sin embargo...

Hay que reconocer que, pese a tan loables esfuerzos, la mayor parte del tiempo no se soportaban, Arianhrod podía llegar a gritar por la Torre de Astronomía que prefería la compañía de cara-rajada a un minuto más con Draco Malfoy en el laboratorio secreto de Pociones Avanzadas con el profesor Snape y él "elogiaba" su capacidad de mantener a sus amigos cercanos gracias a diversos Filtros de Amor a los que era curiosamente inmune...

Se jugaban bromas pesadas que rivalizaban con las de los gemelos Weasley y no había nada más que placiera a Arianhrod que restregarle en la cara a Draco una de sus brillantes calificaciones, muy probablemente en respuesta a un piropo bonito para una niña que podría ser del agrado de Theo.

Nunca parecían compartir la misma opinión sobre nada, importante o confuso y cada uno tenía una forma muy distinta de realizar las cosas. Lo peor es que la diplomacia entre ellos siempre fallaba y a veces hasta al propio Theodore lo sacaban de quicio.

Pronto un simple malentendido entre ellos se volvía una llamarada de incomodidad y se volvieron molestos para convivir. Quizá por eso resultaba un tanto conmovedor que en cuanto se dieron cuenta que eran una molestia, trabajaron el doble por superarlo.

Aunque no se agradaban demasiado, si se necesitaban mutuamente. Después de todo, si ya has hecho todos los ridículos enfrente de la persona que menos te preocupa, ¿Qué más puedes experimentar después?

Draco calló mucho tiempo que fue él quien le enseñó a usar correctamente los cubiertos en cenas oficiales largas. A Theodore no le hubiese importado un rábano si Arianhrod sabía o no con qué tenedor comer la ensalada, pero Arianhrod no quería causarle una mala impresión a la madre de Draco, Narcisa, porque sabía que debía ser aprobada por las damas de la corte mágica antes de poder calificar estar junto a la persona que anhelaba.

Draco podría -y quizá lo hizo un momento o dos, en privado- haberse burlado de esa debilidad de la chica, pero en realidad tuvo que detenerse a contemplar el valor de una niña que estaba tan decidida a estar con alguien que aprendería cómo usar cubiertos en una mesa que no es la suya, por una familia que no le corresponde, para alguien que quizá no pudiera importarle menos.

La Cachonda Leyenda de mis Juguetes Sexuales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora