Celos (Infagrete + Luis Aguilar)

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Para Estela-cincuentera y Samanthappivaral

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Pedro sí se ha dado cuenta de que Jorge algo se trae con él. No sabe si hizo algo para ofenderlo o si se olvidó de felicitarlo por algo o si se ha olvidado de devolverle algún libro, pero Jorge lo mira desde su lugar en la mesa cada vez que Pedro se voltea hacia Luis y lo está poniendo nervioso.

No piensa preguntarle la razón aquí y ahora. Al fin y al cabo esto es una reunión de negocios y tampoco debe descartar la opción de que simplemente se lo esté imaginando otra vez. Porque no es la primera ocasión en que Jorge le envía miraditas raras. Ya se ha acostumbrado a no preguntarle y a dejar que Negrete también lo ignore.

Está seguro de que nada ha hecho para merecer su antipatía, ha aprendido a dejar que el momento pase y sabe que si lo increpa Jorge le va a mentir. ¿Para qué buscarle la quinta pata al gato? Ya se le pasará.

Debe ser que el hombre anda cansado. Que giras, que películas, que programas de radio, que cuestiones de la ANDA.

¿O será que Luisito ha hecho algo para incomodarlo?

Pedro sonríe a su colega sonorense y sacude la cabeza mientras lo oye hablar.

—Y no me di cuenta, es que no sabes qué bien lo trata a uno, así con ese acento tan bonito. Se me hizo tarde, fíjate, y qué te cuento que Roberto me viene a buscar...

Nooo, qué va. Si Luis es de lo más respetuoso. Si es incapaz de causar algún tipo de problema. Si le tomó a Pedro casi un mes hacer que nomás lo tuteara con confianza.

El problema no es Luis.

—...y que salgo de allí ya en uniforme, mano. Me sentí como escuincle enamorado, ¡y encima me echaron una bronca! Y ella nomás risa y risa...

Pedro vuelve a asentir y sonríe, tratando de agarrarle el hilo a la conversación. Algo sobre su proyecto más reciente en Cuba y la muchacha del resort que lo atendió tan gentilmente. Luis se toma un trago de limonada mientras Pedro apoya los codos sobre la mesa y deliberadamente evita cruzar miradas con Jorge al otro lado.

—En fin, —continúa su colega— te lo recomiendo, está bien bonito y el servicio es de primera.

—Sí, sí, —Pedro le sonríe burlón— ya lo veo que es de primera. ¿Y cómo se llama la afortunada?

—No, hombre, el afortunado soy yo, —y de repente Luis toma una bocanada de aire y lo sacude al Ídolo de Guamúchil del hombro— ay no, Pedro. ¡Ay, Pedro! ¡No le pregunté el nombre!

Pedro se comienza a carcajear. Y cuando Luis no cambia esa cara de velorio Pedro le da una palmada en la espalda y se ríe aún más fuerte.

—Pero Luis... Cómo no le vas a preguntar... Ay, muchacho. No te lo creo, ¿así tan tonto te traía?

Luis chasquea los dedos en el aire.

—¡Ah, espérate! ¡Tengo el número!

—¿A poco te dio su número?

—¡No se haga! ¡El número del hoteeeel!

—Ahhhhhh, —Pedro le sonríe juguetón— así sí. Mire que andar ahora de averiguaciones telefónicas... La verdad, sí que parece escuincle enamorado.

Luis le envía una mirada asesina y Pedro se levanta de la mesa.

—Ahorita regreso. Mientras te piensas un plan de ataque para tu cubanita, ¿eh?

Crónicas de EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora