Lluvia Torrencial (Infagrete / +18)

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La cabecera de la cama se da contra la pared empapelada rítmicamente y sin descanso, acompañando los movimientos de Pedro que cada vez más desenfrenado mueve sus caderas en un vaivén, tirando la cabeza hacia atrás y apoyando sus manos sobre las de Jorge que lo mantienen en su lugar.

—Mmmm... —Pedro cierra los ojos y se muerde el labio inferior con fuerza, sintiendo una ola de placer que colma todos sus sentidos y que sólo experimenta cuando están en esta posición.

Su próximo gemido es apagado por el sonido vibrante de un trueno que al caer hasta hace temblar la ventana de la recámara. Es tan súbito que pega un pequeño salto en su lugar y se detiene con la misma rapidez, abriendo los ojos y encontrando en el rostro de Jorge una expresión de total éxtasis; sus labios entreabiertos y sus mejillas coloradas.

—No te detengas... —le pide Jorge con voz agitada, y Pedro parpadea, atontado por la vista y esa voz ronca y desesperada del mayor.

Reanuda sus movimientos enseguida:

—Lo que tú mandes, papasito, —y con eso se inclina hacia adelante para darle a Jorge un buen beso, de esos que lo dejan a uno sin aire en los pulmones, de los de lengua, de esos que hacen a Jorge apretar su agarre al llegar al límite— lo que tú quieras yo te doy...

—¡Pedro!

Siente los dedos de Jorge hundirse en su piel y su exclamación cansada y antes de que el momento pase Pedro trata de aprovecharlo: se sujeta a la cabecera de la cama que ahora resuena cada vez más velozmente al golpearse, y afirma su agarre allí para montar el cuerpo de su charro cantor sin hesitar, para alcanzarlo antes de que pase el minuto.

Jorge lo observa aunque Pedro vuelva a cerrar los ojos concentrándose enteramente en la conjunción de sus cuerpos y en llegar al orgasmo. Lo observa con la cabeza sobre la almohada mientras el menor hace con él lo que le place, volviendo a levantarse y separándose de sus labios para conseguir un mejor ángulo y solamente llevándose una mano a la entrepierna para estimularse cuando Jorge lo presiona con ímpetu hacia abajo, hacia él.

—Jorge, ay Jorge... ¡Jorge! —con una última embestida francamente salvaje Pedro eyacula, se sacude entero mientras sus movimientos merman lentamente, brilla su piel entera con gotas de sudor mientras gotas de lluvia comienzan a azotar la ventana a la derecha.

Se deja caer sobre el mayor sin moverse, todavía con Jorge dentro de él.

El mayor siente el rítmico latido de sus corazones desbocados, sus alientos acelerados se mezclan uno con otro, los perfumes de sus pieles morfan en uno nuevo, y otro trueno mucho más escandaloso se deja oír.

Pedro abre los ojos con los labios rozándole a Jorge la mejilla pero no se mueve de esa posición pues ha quedado virtualmente drogado de placer.

—Ah, chirrion... —balbucea adormilado— me viamojar.

Jorge, ya con la respiración un poco más calma, lleva una mano a la cabeza de Pedro y lo acaricia en la nuca, sintiendo que lo aplasta con su peso pero disfrutando estar aprisionado debajo de él.

—Quédate.

Pedro vuelve a entreabrir los ojitos adormilados para mirar a Jorge un tanto sorprendido, y entonces sí se baja de él muy lentamente y fulminándolo con esa mirada ardiente cuando Jorge vuelve a soltar un gemido al sentir la pérdida de su calor que lo envolvía.

—¿De veras? —pregunta con un resoplido calmo, acomodándose boca abajo junto a Jorge que baja la vista a sus labios mientras se relame, pidiéndole otro beso.

O al menos eso piensa Pedro: que le está pidiendo un beso.

Así que se lo da, manera de agradecer lo que acaba de acontecer, manera de volverlo a dejar a Jorge sin respiración, de tomar posesión de su boca como si sólo a él le perteneciera. Manera de hacerlo gemir extasiado una vez más y de comprobar que Jorge acaba de invitarlo a quedarse porque realmente lo siente y no por un arranque de caballerosidad efímera.

Crónicas de EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora