Qué te pasa corazón (Infagrete + omegaverse)

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No tiene posición que adoptar. Se sujeta de casualidad al respaldo de una silla cuando el primer calambre doloroso lo sorprende y luego de eso parece que se olvida de todo, cuando no de la incómoda hinchazón en su vientre.

Maldita sea su suerte.

En plena semana de rodaje vienen a pasarle estas cosas.

Si se ausenta tocará frenar el itinerario entero, cuando el equipo de producción ha rentado el hotel por específicamente siete días, para específicamente rodar las escenas de la cascada, la Iglesia y las tomas panorámicas.

Si se ausenta, Ismael va a volver a echarle en cara su irresponsabilidad. Los sermones de su mejor amigo nacen más de la aversión y la preocupación que del enfado, ya lo sabe Pedro bien, pero son sermones al fin y al cabo.

Y podría haberlos prevenido.

—Canijo, —suelta con voz ahogada, doblándose un poco sobre su estómago para atenuar el sentir de ese retortijón infernal— ya estuvo suave, ¿no? ¿No te podías aguantar cinco días más?

Suelta la pregunta al aire.

Nadie hay que le responda, pero, dando pequeños pasos hacia el sofá, porque ni siquiera piensa aventurarse hacia la recámara con lo lejos que está, piensa que podría ser peor y eso lo consuela.

Piensa que esos dolores podrían haber comenzado con un fuerte aroma a feromonas que cualquiera a pocos metros hubiera olido.

Válgame Dios, Jorge Negrete está en la habitación de en frente.

Soltando soplidos como de mujer embarazada y sintiéndose en efecto muy embarazoso aunque nadie haya presenciando su desgracia más que él, llega hasta el sofá y lentamente se deja caer sobre él para evitar auto-inflingirse otro inoportuno cólico.

El teléfono está demasiado lejos.

Si apenas puede moverse ahora, mucho menos va a poder llegar hasta él cuando sienta que las tripas se le revuelven entre las costillas.

No es tiempo. Apostaría toda su fortuna a que su calor no llegaba hasta bien entrada la semana siguiente.

A veces el estrés y el poco dormir lo precipitan, eso es cierto.

—Ay... —la voz la siente ronca y seca y la piel ardiendo. No está sudando porque ya se tragó dos supresores hace una hora y le están haciendo efecto, y trata de aferrarse a esa idea y sigue pensando que esto pudo haber sido mucho, mucho peor, si en vez de calambres su cuerpo hubiera rechazado el efecto de los fármacos.

Estaría hecho una paleta derretida, y la filmación debería ser cancelada sin titubeos.

Lo bueno es que ya acabaron de rodar por hoy, y si se queda aquí quieto hasta mañana, pueda que sobreviva el resto de la agenda. Con otras dos pastillas en ocho horas su celo no va a atrever a asomarse.

Si tan sólo hubiera manera de atenuar el terrible dolor...

La temperatura le está subiendo pero no tiene por donde escapar. Siente que las muñecas y el cuello le arden como si se hubiera asoleado al mediodía sin protección, pero nada más que eso. Ni una gota de sudor le pinta el rostro.

Estos inoportunos cólicos son el precio a pagar por cerrarle la puerta al ciclo natural de cualquier omega, y solamente un alfa puede atenuar este suplicio.

⌘ ⌘ ⌘

—Habitación cuatrocientos dos, —asiente el chamaco al verlo llegar, y se gira para tomar la llave del mueble atrás— aquí tiene.

Crónicas de EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora