IV

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Emma

Al despertar noté el roce de una tela contra mi tibio cuerpo, y me estremecí en respuesta. Desvié la mirada del techo para enfocarla en una figura tumbada a mi lado. Al no identificar a la persona que descansaba a mi lado me alarmé, e hice un intento de levantarme, pero una mano me detenió.

-¿A dónde crees que vas? -dijo una voz ronca a mis espaldas.

Pegué un chillido en el momento en el que noté una mano agarrarme firmemente del antebrazo. Estaba aterrorizada por el hecho de que había un chico que ni siquiera conocía en mi cama.

Me zafé de su mano e intenté correr hacia la puerta, pero un dolor punzante en mi muslo derecho me lo impidió y caí al suelo, aumentando así la molestia en mi pierna.

-Por dios Emma, estate quieta. -dijo negando con la cabeza mientras se levantaba.

A duras penas giré la cabeza encontrándome con un chico rubio que aparentaba mi edad. Lo escaneé de arriba a abajo y no pude evitar sonrojarme.

El chico me extendió una mano para ayudarme a levantarme, pero no la acepté.

-Vaya, parece que estás más cómoda en el suelo. -sonrió. Concentré mi mirada en sus azules ojos, y ,sin darme cuenta, solté un suspiro.

Se tumbó a mi lado y giró su cabeza hacia mí.

-¿Quién eres? -le pregunté algo nerviosa.

Una carcajada salió de sus labios.

-Soy el hijo de Brad. -dijo. En ese momento mi cara mostraba cierta confusión, así que el rubio continuó. -Un amigo de tu padre.

-Ah.

Aparté la mirada pero en seguida la enfoqué en el extraño muchacho de nuevo.

-¿Qué haces aquí?

-Bueno, -comenzó mientras se rascaba la nuca. -tu padre tenía que salir a hacer un recado y yo me ofrecí a hacerte compañía.

Já.

-¿Y qué hacías en mi cama?

-Dormir, o al menos intentarlo. -rodó los ojos.

-Podías dormir en otro sitio que no fuese mi cama.

-Ya, pero no quería.

Un incómodo silencio se hizo presente en la habitación.

-¿Por qué estas conmigo? No es peligroso que me quede en casa sola, la mayoría del tiempo lo estoy. -dije haciendo una mueca.

Negó con la cabeza y yo fruncí el ceño.

-Parece que no te acuerdas de nada, normal.

-¿Qué? ¿De qué estás hablando? -pregunté con intriga.

Su intimidante mirada se posó en mí, y por un momento pensé que me iba a morir ahí mismo.

-Emma, ¿recuerdas que intentaste suicidarte?

Negué con la cabeza. No sabía de qué estaba hablando.

-Acabas de volver del hospital, has estado en coma durante un mes.

Lo miré asustada y después miré mi muslo; una venda gigante estaba enrollada en él, aunque no recuerdo haberme caído o algo por el estilo.

-¿Perdona?

-Perdonada. -dijo haciendo un gesto raro con la mano intentando quitar la tensión del asunto. Lo ignoré.

-¿Cómo que estuve en coma? ¿Por qué?

Ángel | l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora