Capitulo 1

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Alba.

El dolor demanda a sentirse.

Siempre creí que nuestro dolor nunca es realmente nuestro enemigo, solo alguien que quiere hacerse escuchar, te atormenta hasta convertirse en poemas, canciones o pinturas.

El dolor siempre quiere ser escuchado.

Me uní a la frase de un dolor imperial, de Augustus Waters y Hazel Grace.

Hace tres años mi padre falleció, fue un momento doloroso, creo que el más doloroso que he pasado en toda mi vida.

Ese dolor me atormento siempre quería hacerse presente, en todo momento no habían momentos felices sin dolor.

No había una sonrisa, que no estuviera ocultando una gran tormenta en mi interior.

Nunca supe que una tristeza tan abrazadora iba a irrumpir en mí, supongo que eso es lo complejo de esto.

La tristeza no vino un día de visita, y si así lo fue, nunca se fue. Se quedó esperando el momento preciso para hacerse presente.

También existe otro tipo de persona, el cual necesita ese dolor porque es lo único que puede unirte con esa persona.

Yo fui los dos tipos dejé que ese dolor me inundara, y después de sentir que cada vez sería más difícil avanzar, lo quise sentir, lo escuché.

Porque aunque no lo crean los sentimientos no escuchados, se van recolectando en lo más profundo de nuestro ser, eso que no sanamos porque tenemos miedo a enfrentarlo.

Esos sentimientos sin sanar, comienza a enfermar nuestro corazón, nuestra cuerpo y alma.

Lo que nos hace fuertes no es la cantidad de veces que ocultamos nuestros sentimientos, si no la cantidad de veces que lo has podido sacar hasta sanar.

Agarra ese dolor y vuélvelo poesía, canciones, bailes, libros has cualquier cosa con ellos, pero no dejes que eso se quede ahí adentro.

Joder, voy tarde al trabajo y sigo pensando en el arte del dolor.

Debería dejar de pensar tanto y levantarme de una vez por todas.

No puedo llegar tarde de nuevo, mi jefe no se creerá una excusa más. Aunque es su malvando ser, se ríe y salta de alegría cuando me escucha mentir.

Lo sé.

Al parecer ya se volvió costumbre, pequeña Alba. Excusas, tras excusas y librarte de ello.

Debería empezar cintándoles que trabajo en Dung, una cafetería aquí del pueblo de WestHill. Un pueblo tan pequeño, que se vuelve tan grande al caminar por sus calles.

DunG es mi segundo hogar paso más tiempo allí, que en cualquier otro lugar.

Y eso sin contar que es mi primer trabajo desde que tengo uso de razón, y el único que me acogió a una pequeña con cero experiencia de la vida laborar, y de la vida en general.

Me levanté y me aseé, aun tenía unos minutos más aunque no tantos como para volverme acostar.

Odiaba eso.

Baje rápido hacia la cocina, necesitan al menos probar un bocado de comida, si no me desmayaría en cualquier momento.

Al llegar a la entrada de la cocina ví a mi madre, siempre tiene la costumbre de hacer un revoltillo era su especialidad matutina.

Dice que no hay nada mejor, que una sonrisa mientras desayunas unos huevos revueltos, realmente no la entendía mucho, sin embargo hacía cómo que la entendía.

El desastre que nos une. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora