Dos pilotos veteranos vuelan un avión de carga que despega de un aeropuerto en Japón. A mitad de su viaje sobre el Océano Pacífico, se encuentran en medio de una extraña tormenta de rayos iridiscentes. Los eventos que seguirán a partir de ahí pondrá...
El controlador de Radar no volvió a contestarles, así que, el capitán Fokker hizo lo único que podía: volar el avión sin comunicación directo por la aerovía que él conocía. El riesgo era alto. Bastaba con que la tripulación de otra aeronave se distrajera por un segundo y chocarían contra ellos, más aún si no eran los únicos afectados por la falla de la frecuencia. Pero no había otra opción, por lo menos de momento. Tampoco podían aterrizar un avión tan grande en cualquier sitio.
La línea de teléfono estaba muerta también. Hoji trataba de restablecer las comunicaciones, sin éxito. Probaba con todas las frecuencias conocidas, sin ningún resultado. No obstante, el japonés se mantenía calmado. Fokker se alegraba más que nunca de que fuera él quien estuviera a su lado aquel día.
Cuando se aseguraron de encontrarse sobre tierras mexicanas, el capitán se valió de los instrumentos, a la antigua, para cambiarse a la aerovía que llevaba a la Ciudad de México.
—Nuestra radio sí funciona —le dijo Fujita—. La falla debe ser del sistema de Radar.
—¿Pero no te parece extraño que tampoco conteste ninguna otra aeronave?
Hoji guardó silencio.
Fokker miró la latitud y longitud en el tablero.
—Prueba con la frecuencia de Guadalajara —le pidió al copiloto.
El japonés manipuló el emisor y habló:
—Torre Guadalajara, Cathay 603 Pesado a quince millas de la pista 28... Torre Guadalajara, estamos en emergencia, ¿me escucha?
No hubo respuesta. Tampoco pudieron ver el aeropuerto.
Jim observó algo extraño en el terreno. A diferencia de la 73, conocía bien aquella otra ruta, se sabía las formas que tenían las luces de los poblados debajo de ellos. Era muy raro, lucían por completo distintas ahora, más pequeñas y menos brillantes. Le preocupó haber errado el camino, pero, al volver a checar los instrumentos, notó que llevaban el curso correcto. Quería saber qué demonios estaba pasando. Hoji Fujita se mantenía serio.
CONTINÚA EN LA SIGUIENTE PÁGINA...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
