★ Prefacio

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En un exuberante planeta llamado Pandora viven los na'vi, seres que aparentan ser primitivos pero que en realidad son muy evolucionados, ahí el silencio reinaba, no existía penumbra

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En un exuberante planeta llamado Pandora viven los na'vi, seres que aparentan ser primitivos pero que en realidad son muy evolucionados, ahí el silencio reinaba, no existía penumbra. Se podía distingir las formas de los árboles o las diferentes criaturas que albergaban. El cielo nocturno siempre estaba tintado de un color violeta, contrastado con gamas azules junto trazos blanquecinos cuáles brillaban intensamente.

En la inmensidad de las luces fosforescentes Neteyam te Suli Tsyeyk'itan quién hace unas semanas había cumplido la mayoría de edad, paseaba por las lianas de los árboles hace unos minutos estaba caminando de vuelta al campamento dónde usualmente se establecía su familia, sin embargo, las intenciones de volver con su familia en esos minutos se vieron interrumpidos cuando un ruido proveniente de lo más profundo del bosque lo puso alerta. Parecía ser ruidos de una manada de viperlobo, y eso solo podía significar una cosa: alguien o algún animal estaba en peligro. Tenía que ayudar.

Sus marcas bioluminiscentes, —parecidas a pecas— salpicaban su piel, seguían un patrón hasta llegar al sistema nervioso haciendo contraste con la iluminación del ambiente. Neteyam tenía varios problemas, pero había uno en concreto que se clavaba en él como una aguja en la espina dorsal. Un rechazo constante de sus padres lo hacían sentir como la peste, insuficiente y incapaz. Sabía de sobra que no ha logrado cumplir las expectativas que los demás esperan, ser el hijo mayor lo establecía aparte y ajeno a otros, lo que significaba más carga adicional para Neteyam —no niega el amor que sus padres sienten por él, y sabe de sobra que incluso matarían por él— sin embargo, sujeto a cumplir expectativa tras expectativa incluso si eso significaba perder la cordura, al final del día solo le hacen sentir eficientemente desdichado.

Por lo que para él era algo comun sentirse inútil; sentirse inútil cada vez que trata de supervisar a Loak y por su culpa siempre termina en el borde de la muerte, sentirse inútil cada vez que su padre tiene que repetirle una y otra vez las instrucciones porqué no es tan erudito para entenderlo a la primera, sentirse inútil por el simple hecho de creer serlo.

Afortunadamente aquello parecía ser menos importante cuando sus hermanos estaban ahí. Sí, quizás era un navi 'chapado a la antigua', con pensamientos que todos considerarían un tanto anticuados, pero sentía que si ellos estaban ahí no tenía que ser de manera diferente a como en realidad era.

Aceleró su paso hasta empezar a correr lo más rápido posible y lo que el límite de su resitencia podí aguantar. Las pisadas retumbaban sobre sus oídos y al brincar cada rama que se atravesaba por el camino podía saborear el sabor amargo que se establecía en su lengua tras el cansancio. Afortunadamente, supo que había llegado a tiempo cuando logró divisar un objeto parecido a una antorcha cubierta de un manto. Olisqueando, parpadeó confundido, sus fosas nasales se elevaron con la tensión que cada parte de sus músculos produjeron.

Se escondió detrás de un árbol que había cerca y sostuvo su arco bajo su eje para antes de apuntar observar más de cerca sobre que trataba todo ese revoloteo.

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