Larga Agonía

570 84 58
                                    

La segunda vez que lo visitó, también era de ida y vuelta así que solo llevó un único objeto como equipaje.

—¡Pedro! Siempre es un gusto verte.

—lo mismo digo Don Jorge, pero mire, le traigo una sorpresita.

Y le mostró el trenecito que le había regalado un tiempo atrás.

Ahora esos días parecían muy lejanos.

—oh, ¿Por qué lo trajiste? —preguntó Jorge sonriendo.

—pos porque quiero que usted lo tenga.

—pero Pedro, yo te lo regalé.

—pos si, pero para motivarlo un poco. Se le presto y quiero que usted me lo regrese cuando salga del hospital.

Jorge sonrió ciertamente conmovido.

—pos bueno, está bien.

Y se pusieron a jugar de nuevo, olvidando momentáneamente el lugar en el que se encontraban y la situación por la que estaban.

—oiga don Jorge, si tuviera otro chamaco... ¿Sería su padrino?

—¿Apoco...?

—no, no como cree —respondió riendo de nervios —. No, nomás pregunto.

—pos hasta la pregunta ofende. Claro que si mano. Ah, mientras sea niña.

—uh pos, ahí si no se —respondió nerviosito.

Pero su estancia fue igual de corta por la misma razón que antes.

—pos me tengo que ir, espero no tardar tanto en regresar.

—ojalá que no, ve con cuidado.

—¿Qué no me va a dar bendición ahora? —preguntó Pedro simulando tristeza.

—a ver, vente —y le dio su bendición y un besito en la frente.

—sigale hechando ganas don Jorge, para que salga ya pronto de aquí.

—pos mira mano, ya tuve Hepatitis, ¿Qué me va a hacer esto?

Pedro veía relativamente bien a Jorge.

O sea se veía igual, pero no empeoraba y de cierta forma lo relajaba un poco ese hecho.

Pero 3 días después, recibió una llamada.

—Pedro, ¿Estás ocupado?

Inmediatamente escuchó la voz y el tono en el que hablaba, sintió una presión en el pecho y muchísimo temor.

—¿Qué pasó? —preguntó ya directamente.

—¿Quieres que te lo diga con rodeos o directamente?

—échalo mano, así como va. Estoy listo.

Pero en realidad no estaba listo para lo que iba a escuchar.

—Jorge está muy grave. Lo acaban de ingresar de nuevo a operación.

—¿Pero qué pasó?

—no sabemos pero honestamente no creo que sobreviva. Lo siento.

—¿Le dijiste ya a María?

—si, ahora si había que. Dijo que ya va para Los Angeles.

—yo no puedo irme, manténme al tanto ¿Si?

Y ahora si sentía casi el infarto.

Estaba muy nervioso y ni siquiera pudo hacer al cien sus obligaciones.

En realidad habían personas que no entendían porque Pedro parecía tan nervioso y preocupado porque creían que ese tendría que ser el trabajo de María Félix.

Obviamente no entendían el cariño que se tenían esos dos.

Como sea, estuvo demasiado ansioso y distraído, tanto que lo tuvieron que obligar a que descansara en su casa porque de verdad no era nada productivo.

—mira Pedro, mejor vete a tu casa. Acabas de recibir una nueva no muy buena así que ahorita ni puedes trabajar, mejor mañana le seguimos, no te preocupes.

Y tomó la palabra, porque si entendía que la verdad no estaba sirviendo de nada.

Ya en su casa, ni siquiera quería comer de la preocupación y pasó todo el día pegado al teléfono esperando una llamada, llamada que llegó hasta las dos de la mañana.

—¿Qué pasó? —preguntó bastante ansioso. Ni parecía acabado de despertar.

—pos ya está relativamente estable, ahorita ya salió y pos están esperando pero...

—¿Pero qué? Ay, no me hables en clave, dímelo todo directo.

—pos está en coma. Fue muy fuerte el sangrado y encontraron que tiene una cirrosis.

—pero el no toma —preguntó desconcertado.

—no, pero es a raíz de la hepatitis que padeció.

—y ¿No saben cuando despertará?

—hasta ahora no han hecho estimaciones. Quizás si consiguen curarle la úlcera y si evitan que sigan reventándose... Podría sobrevivir.

—pos recemos, ojalá que si se recupere —quizás lo dijo en un tono un poco seco, pero lo dijo de esa manera para evitar quebrarse.

Ahora Pedro no tenía demasiadas responsabilidades, pero por el susto y todo no podía volar hasta que se le estabilizara el nivel de glucosa, el cuál se le había disparado por las emociones tan intensas.

Además, sabía que la que tenía el derecho de verlo primero era la Doña.



Amor ranchero, por Pedro Infante y Jorge NegreteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora