Un hombre no debe mostrar miedo.
Un hombre no debe perder la compostura.
No eres una mujer, niña inocente, y un día tú también gobernarás.
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Mordred apretó los dientes.
Su rostro estaba sonrojado, un calor interno que nunca antes había sentido casi la abrumaba mientras se extendía hasta sus oídos. Sus labios hormiguearon, una sensación persistente que hizo que su mente se quedara aún más en blanco antes de que sus manos tropezaran con la mesa, sus dedos se cerraron uno por uno sobre la gastada empuñadura de una espada dejada en el mostrador.
Ya no pensaba más, tal vez porque no podía. Sus pensamientos eran borrosos, embotando sus sentidos ya que todo lo que podía ver era al demonio frente a ella. Sus pupilas se dilataron, su respiración se aceleró. Se acababan de conocer y él, él...
Desde la perspectiva de Demian, el rostro de Mordred cambiaba entre varios tonos de rojo, y finalmente se posó en carmesí antes de que pudiera volver a hablar.
"¡T-tú demonio desvergonzado!" ella habló en un tono alto, los músculos de su garganta se tensaron como si estuvieran estranguladas.
En el mismo caso, una espada descendió tan rápido que generó una ráfaga de viento solo por el movimiento. Fue una acción refleja, algo que Mordred ni siquiera consideró antes de que su ataque ya estuviera en marcha.
Al ver la espada apuntando a partir su pecho, Demian no tuvo la opción de esquivar. Conocía bien sus capacidades físicas por sus años de forja, y no poseía los medios para evadir a tiempo.
Afortunadamente, confiaba mucho en su durabilidad.
El brazo de Demian se levantó en una posición de guardia, el antebrazo doblado por el codo justo en frente de su pecho.
El que se bañó en la sangre de Dragones.
Su piel era de acero.
Su sangre cargada de energía mágica.
Las chispas volaron en el aire en arcos de color naranja ardiente cuando la espada rozó el antebrazo de Demian, pero no le quedó ni un rasguño en el brazo. En cambio, el único daño que sufrió Demian fue tolerar el impacto de la espada, sus rodillas se apoyaron con fuerza contra el suelo.
Los ojos de Mordred se abrieron con sorpresa, parpadeando para ver si estaba viendo bien.
A pesar de que Mordred no había estado pensando antes de atacar, la fuerza de su ataque no era nada de lo que burlarse y mucho menos de ser interceptado tan fácilmente.
La manga de la camisa de Demian se había rasgado donde había aterrizado el ataque de Mordred y, por el sonido del golpe, Mordred asumió que Demian llevaba un brazal debajo de la manga.
Bastardo con suerte, pensó Mordred para sus adentros, retirando su espada para mirar sin emociones a Demian mientras consideraba su próximo movimiento.
Por parte de Demian, la visión continua del rostro de Mordred estaba sembrando el caos en su mente.
"¿Quieres la liebre o la gallina?"