Capítulo 56: Destino en el tiempo Arco 2: Parte 12
A decir verdad, no confiaba en sí misma como mujer, razón por la cual terminó buscando consejo con Merlín. Para empezar, no podía enumerar ningún aspecto femenino de sí misma que Demian pudiera haber encontrado atractivo. Ella no usó joyas abiertamente, ni se esforzó por usar un vestido en el pasado. En cambio, siempre había usado ropa de hombre que consistía en túnicas o armaduras de placas. Peor aún, para asegurarse de que sus senos no sobresalieran, siempre se los vendaba con una tela a pesar de su incomodidad para verse lo más delgada posible. De esa manera, el tamaño de su seno se redujo drásticamente para que aún pudiera caber en su atuendo. Sin embargo, ¿eso no significaba que la posibilidad de que Demian actualmente la viera como un hombre era aún más posible?
No.
NO.
Ella se negó a aceptar esa realidad.
Sus inseguridades se mostraban en la forma en que fruncía los labios y se movía constantemente a pesar de la firmeza de su determinación. Mirándose a sí misma y pensando en su pasado, realmente no sabía cómo comenzar su objetivo. Ninguna cantidad de entrenamiento que hubiera hecho jamás podría haberla preparado para tal tarea. Sabía más de ser hombre que de mujer, y ese era el aspecto fundamental que la estorbaba.
Merlín parecía completamente atónito por cómo se estaba desarrollando la situación, pero no se atrevía a asumir que Arturia se sentía mal de nuevo.
No quería correr el riesgo.
Tan duro como hombre y mago como se enorgullecía de ser, no sería capaz de soportar otro golpe en el mismo lugar. No de alguien como Arturia que actualmente no podía moderar su fuerza en su nerviosismo.
Enderezó la espalda y se alejó con cansancio del rango de ataque de Arturia. Solo entonces se sintió lo suficientemente seguro como para asumir los aires de un mentor marchito. "¿Quieres seducir a un hombre?" Preguntó solo para asegurarse.
La vacilación brilló en los ojos de Arturia, pero fue reemplazada rápidamente por resolución. Ella asintió con la cabeza. "Sí", su voz era firme, una mano apretada en un puño sobre su pecho mientras daba un paso adelante.
"Muy bien, jovencita," Merlín asintió sabiamente con la cabeza. "Si deseas andar por este camino, no te desanimaré. Solo espero que pongas todo tu esfuerzo por tu causa".
"Por supuesto," se burló Arturia. "Nunca he sido de los que terminan nada a la mitad".
"Buenas palabras, pero ¿puedes respaldarlas con acción?"
"Sí."
"¿Con determinación?"
"Sí ".
"¿Con perseverancia?"
"¡SÍ! Ahora date prisa y ponte manos a la obra", frunció el ceño Arturia.
Merlín sacó una silla, se la ofreció a Arturia y luego se sentó en otra silla frente a ella. Esperó con impaciencia, incapaz de quedarse quieta.
"Muy bien, entonces, si estás tan segura de ti misma, primero debes demostrar tu comprensión actual del asunto". Merlín hizo un gesto con la mano. "¿Cómo harías para seducirme?" Luego preguntó.
Arturia se congeló en un instante, como si el invierno acabara de congelarse sobre la tierra fértil.
"..." La expresión de su rostro parecía como si acabara de tragarse una mosca; el puro disgusto fue suficiente para que Merlín debatiera internamente si todas las mujeres en su vida le habían estado mintiendo o no sobre su apariencia y encanto.
