La cena

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Cuando mi alma se altera, no hay mayor ángel que una cena

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Cuando mi alma se altera, no hay mayor ángel que una cena.

Quizá es el imponente golpe de los ingredientes sobre la mesa. Un poco de creatividad colada por la barra de cocina y entre las herramientas que afilo con cuidado antes de empezar.

Percibo que al colocar el agua en mi olla, las preocupaciones se van alejando de mí, fluyendo justo sobre ese traste. Cuando evapora, la ligereza cae repentina sobre mis hombros. ¿Eso es lo que provoca que las zanahorias se hagan suaves?

Puedo escuchar entre el borboteo a la esperanza, se está colando en los matices de sabores que se palpan en el humo. Las acelgas dan un toque particular a todo, como las papas, que me recuerdan lo unida que estoy a la tierra.

Entre mis dedos, puedo deshacer el caldo de pollo deshidratado. Deshago también mis pensamientos sobrepuestos que no me dejan avanzar. Ahora, que lo veo todo unido bajo mi vista, puedo notar el bien que puede hacerme. Esas verduras que van de incomibles a deliciosas; el tiempo, el tiempo que requiere que aquello pase.

Lo reconfortante de comer mi sopa.

Lo reconfortante de vivir la vida.

Lo reconfortante de vivir la vida

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Por la noche | Compilación de escritos. Vol III ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora