Recostados sobre la hierba bajo un cielo estrellado, una luna brillante y centelleantes luciérnagas. Nuestras manos se juntaron, sonreímos, reímos, charlamos y callamos. Surgieron besos de por medio y caricias delicadas.
Fuimos una sola Alma en dos cuerpos tan distintos, fuimos una noche espectacular entre dos vidas insignificantes, fuimos un punto importante en el espacio del otro y fuimos el deseo por tanto tiempo anhelado.
—¿Me bajarías la luna? —preguntó ella.
—No. Te llevaré a que la pises —respondí.
Como un cuento de hadas dominado por la fantasía, un relato aterrador por el miedo a perderte, una comedia de tintes oscuros y poemas de amor carentes de prosas. Fuimos, la literatura en todas sus versiones y en todas sus emociones.
—¿Me quieres?
—Te amo.
Pero, toda historia carece de eternidad y, esta vez, no existiría excepción alguna.
Nuestros rumbos se separaron, un accidente arrebató dos almas. La tuya, a través de la muerte; y, la mía, arrancada por la agonía de haberte perdido.
—Adiós…
—Hasta siempre.
Te prometí que, algún día, nos volveríamos a encontrar, donde sea que estés. Y hoy ha llegado el momento de marchar a tu encuentro.
