Capítulo 4.

1.3K 159 10
                                    

–¡De nuevo!

Gritó Michael, ya casi era medianoche y todos en la orquesta se habían ido, todos menos yo. Ver a mi familia me había afectado más de lo que yo esperaba. No dejaba de pensar en las palabras que había dicho mi hermano y en que tal vez tenía razón. ¿Qué tal que yo no era lo suficiente buena y esto al final de cuentas había sido un completo error?

–La presentación es mañana señorita Jones, no tenemos tiempo para que usted esté llorando.

Me llevé la mano a la cara, sentí mis mejillas mojadas, no me había dado cuenta de que había comenzado a llorar. Limpié las lágrimas y seguí tocando.

–No lo puedo creer, sólo tiene una semana aquí y ya acabaron con usted.

Sentí como si un enorme elefante se hubiese sentado sobre mi pecho.

Él pensaba que yo estaba acabada.

–Yo no he perdido.

Murmuré tan bajo que por uno momento pensé que lo había imaginado todo.

–¿Cómo dijo?

–No he perdido.

–¡Hable más alto!

Gritó haciéndome saltar. Ahora si podía notar las lágrimas porque se me nubló la vista.

–Nadie ha acabado conmigo.

–¡Grítelo!

–¡Nadie ha acabado conmigo!

El eco de mi grito se escuchó en todo el auditorio. Michael se acercó hasta el piano, de pie frente a mí me miro a los ojos, atrapándome, hipnotizándome en el azul acero que eran sus ojos. Tan fríos, tan ajenos, como si no hubiese nada en el mundo que llegara a emocionarlo.

–Demuéstrelo Sophie. Haga magia con sus manos.

Mis dedos comenzaron a moverse aunque mis ojos no se despegaban de la mirada de él, y él no hacía ni un intento por desviar su vista de mí.

De pronto me sentí como si estuviese flotando en el escenario, formando parte de la música que sonaba del piano.

Flotaba y flotaba a su alrededor, porque lo único que yo quería era mirarlo a los ojos. Que el azul frío me congelara la mirada pero que no dejara de verme. Lo vi con tanto detalle que no entendía cómo era posible que mis dedos siguieran moviéndose.

–Tú... magia.

Dijo como si se le escapara el aire entre la boca. No dejaba de mirarme y yo tampoco podía dejar de hacerlo.

No había música a nuestro alrededor, no había nada más que nosotros o al menos así lo sentía yo, como si todo a nuestro alrededor desapareciera y se volviera obscuro y la única luz era el brillo de sus ojos.

–Eres especial Sophie.

Sophie. Había dicho mi nombre de nuevo y sonaba exquisito.

–Debe descansar, mañana será un largo día.

Sacudió la cabeza como si acabara de despertar del mismo sueño que yo.

Asentí tan lento que esperaba se diera cuenta de que yo no quería irme, pero se dio la vuelta y se fue sin decir ni una otra cosa.

Caminé hasta casa. Estaba obscuro y solitario pero lo que acababa de pasar en el auditorio me tenía pensando en cualquier otra cosa que tener miedo.

Tardé cuarenta minutos en llegar a casa pero sentí como si hubiesen sido cuatro. Julie ya estaba dormida, decidí que lo mejor era dormir de una vez o no podría despertar temprano mañana.

Love Song.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora