Marco pensó que quedaría algo, algo de el, algo que le ayudara a pensar que seguía aquí, pero no había quedado nada, nada. El solo se quedo viendo atónito, como su padre acababa con los marines, con la base y con todo con el dolor de haber perdido a uno de sus hijos. Veía a Jozu, Izou, Haruta, Jazu, Vista y a los demás llorando mientras peleaban, Marco se miró las manos, una de ellas estaba aprisionada con piedra de mar. Incapaz de hacer algo se levanto, y empezó a gritar diciéndoles a todos que subieran a sus barcos, a los piratas aliados, y a la misma tripulación de barbar blanca.
¡Marco! ¿Que esperas? Muévete— Izou lo decía desesperado, tendiéndole la mano, pero la vista de marco se mantenia en la pelea que mantenía su padre con el responsable de la muerte de Ace.
¡Marco por favor!—Fue como volver en si, Izou casi lo jala. Aún estaba atónito con todos los ruidos a su alrededor, subió a el barco de la cuarta división. Se sentía la peor basura que podía existir haciéndolo después de todo es el comandante de la primera división, no podía sentirse más inútil.
¡Barba blanca!—Marco conocía muy bien esa voz, el pelirrojo había llegado, su presencia era pesada y amenazadora. Su padre volteó hacia el pelirrojo quien se acercaba lentamente hacia a el, Marco hizo un ademán para moverse y proteger a su padre, pero Jozu lo tomó del hombro. Marco sabia, sabia que el pelirrojo no era capaz de atacar, en esta situación, aún a si se sentía inquieto.
Podemos pelear y seguir perdiendo hombres, seguir perdiendo vidas, que los difuntos tengan una ida digna, hemos de parar la guerra— Marco pensó que esas palabras fueron una orden. Pero se equivocó, no eran una orden. Eran una súplica. Ya que pudo ver que en los hombros de ese hombre estaba la culpa de no haber salvado al hijo de su capitán.
Marco recordaba algo antes de desmayarse, ver como su padre le entregaba algo al pelirrojo. Su padre había acabado con el asesino de Ace. Marco despertó de golpe. Sudado, con olor a desinfectante, y a vendas.
¿Donde....?— Se tocó la cabeza con dolor y miró a su alrededor. Estaba en el barco de la cuarta división. Lo recordaba a la perfección. Marco se movió rápido a pesar del dolor palpitante en su cabeza. Lo primero que vio fue la cara de izou que al parecer venía a verlo.
Despertaste— Dijo con una voz increíblemente tranquila, traía unas toallas en manos. Pero la mirada de izou se veía melancólica, hasta triste podía decir.
¿Donde esta padre?— Marco estaba desesperado, se sentía un gran inútil que solo sobrevivió, tal vez no por cobardía, pero si por que era débil.
Izou puso otra cara. Pero señaló con la mirada fuera del barco. Fue suficiente para que Marco se moviera.Barbablanca había viajado por muchos mares, demasiados, había visto muchas cosas, había reído, había llorado. Aunque le costara admitir lo último.
Se vio a sí mismo matando al asesino de su hijo, a ese muchacho pecoso que murió a una tierna edad. Al que pudo ser el líder de la próxima generación. Pero barbablanca ya no pensaba en el pudo, o en el era, pensaba en la manera en que las cosas cambiarían.Padre— Marco se acercó de manera lenta. Mirando la espalda limpia de su padre. Quien no llevaba su característico saco. Barbablanca estaba siendo atendido por enfermeras. Ya que no era el mejor de salud en el lugar.
¿Que fue lo qué pasó?— Marco estaba desesperado por saber. En ese momento había estado expectante, tanto que no sabía cuántos de sus hermanos habían muerto, o heridos, ni si quiera sabia que había pasado con el joven pirata sombrero de paja. Pero barbablanca se mantuvo callado. Se recargó sobre su gran silla. Y dio un gran suspiro.Marco— Dijo con pesadez en su voz, y una gran melancolía.
Todo esta bien Marco— Marco se permitió llorar enfrente del hombre que llamaba padre.