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—¿Qué hiciste qué?
Martina se llevó las uñas a la boca, mirando a Camila.— Digamos que estábamos boludeando y una cosa llevó a la otra. Benja se fue con un conocido nosotros nos quedamos con hambre, así que con el Kun y varios amigos nos quedamos tomando unos matesitos y haciendo unas pizzas...
—Y fumando porro.— susurró su amiga, mirando para los costados.— Tenés suerte de que no te haya visto la policía y de que todo el mundo se lo tomaran con gracia.
—Bue, tampoco fue todo el mundo. A mí no me conoce nadie y al Kun nadie lo jode con nada.— solo había bastado unas horas para que Martina reafirmara por completo la fascinación que tenía con el ex futbolista, en el poco tiempo en que había estado en su compañía, se había reído como nunca. Todavía le dolían la panza y los cachetes por las carcajadas y las anécdotas que había escuchado. Kun le había hablado de sus tiempos en el City, de cuando jugaba en inferiores y hasta de cada jugador con el que una vez habían tenido un encuentro.
Camila tomó un trago del mate, mientras servía otro para su amiga. Martina estaba contenta por su lado, pero la castaña estaba un poco más seria que de costumbre. La conocía lo suficiente como para saber que algo estaba pasando. Si bien no llevaban mucho tiempo siendo amigas y se habían conocido en el entorno futbolístico del que ambas eran partes, rápidamente habían desarrollado una amistad como ninguna. Nunca en su vida le había pasado eso de conectar tan rápido con alguien, que a veces sentía que conocía a Cami de otra vida. Quizás en otra vida, habían sido hermanas, o en el caso completamente contrario, novias. Se conocían y se adoraban, era La Cristina Yang de su Meredith Grey.