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Si Martina tenía que describir sus últimos quince días, probablemente podía decir que habían sido de todo, menos tranquilos.
Ir con su mejor amiga a Paris era una de las mejores aventuras raras que había tenido, no solo porque Cami estaba soltera y necesitaba el apoyo de su amiga más que nunca, sino porque también las dos seguían manijas tras haber ganado el mundial. Más allá de que el sabor agridulce se había instalado en la boca de Mayan, Martina había tratado de que su amiga siguiera recordando los momentos lindos que todos habían vivido mientras estaban en Qatar. Ahora, en Francia, habían visitado monumentos, calles reconocidas, cafeterías hermosas (dónde Cami la obligó a sacarle un montón de fotos) y también fueron a diferentes estadios de fútbol. Martina prácticamente obligó a su amiga a ver a Leo en el PSG, donde casi se agarró a las piñas con un francés que le estaba diciendo cosas malas al capitán de su selección, todo porque seguían con bronca que Argentina había ganado el mundial.
Era un pelado pelotudo. Los toboganes de piojos no tenían opinión, así que, ¿Para qué hablaban?
Guardiola era probablemente uno de los pocos pelados que no le caían mal, pero igual siempre lo estaba mirando, porque le daba bronca que nunca pusiera a Julián de titular, cuando la araña se merecía un montón en el puesto en el City.
Martina era picante, le gustaba el bardo y su amiga cada vez que salían a la calle se lo decía. Se había llevado toda una valija con camisetas de la selección y cada vez que se cruzaba con un francés, recibía miradas poco empáticas de ellos. Solo había tenido un quilombo con uno de esos, con el pelado, pero después todo había estado bastante tranquilo. Ya estaba acostumbrada a que la miraran mal o que dijeran cosas en francés que no entendía. Los franceses podían llenarse de odio al ver un argentino en su país y sin importar nada, eso no iba a cambiar que habían quedado segundos en el mundial. Podían silbar, podían insultar, pero Martina seguía recordando a Lionel levantar la copa y eso callaba cualquier sonido.
Su viaje no había sido solo para hacerse la atrevida con los franceses, también había ido a almorzar un día con Anto y con Cami, mientras las tres hablaban de todo lo que había pasado desde el mundial. ¿Quién iba a saber que ella se sentiría tan cómoda al hablar con la primera dama? Todo era bastante nuevo y a pesar de eso, la mujer de Leo la trataba como si se conocieran de toda la vida. Obviamente no se animó a decirle la verdad a Antonela, que había empezado a salir con Cristian hace poco y que todo había sido una mentira. Capaz algún día se los iba a contar, como una anécdota. Tenía miedo que por eso decidieran hacerle la cruz y nunca más invitarla a las salidas.
Ahora era el regreso a Inglaterra, sus vacaciones de quince días ya se habían terminado y en cualquier momento tenía que volver a laburar. La de agarrar una pala no sonaba tentadora.
Martina extrañaba un poco volver a ver a sus seres queridos, principalmente extrañaba a Cuti y también extrañaba a Sonny. Extrañaba un poco también su trabajo y volver a hacerle entrevistas y pasearse por las canchas. No era como si en sus vacaciones no hubiese pisado ninguna, si en el mismo mundial vivía viendo partidos y lo mismo había pasado en Francia. Había ido a ver al Lyon de Nicolás Tagliafico y también al PSG. Eran los únicos clubes que le importaban, porque los dos tenían campeones del mundo ahí. Ahí era cuando se había dado cuenta que los franceses no se merecían a Leo y a Nico, hasta los clubes ingleses les habían dado un mejor recibimiento a los otros campeones, sabiendo que siempre había habido una pica entre Inglaterra y Argentina.