➳ Capitulo 20 - Recuerdos

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                                           ✺                                                     

-Tengo miedo -murmuró con voz temblorosa la pequeña castaña, llevándose la manta sobre su propia cabeza para cubrirse-. Hay un monstruo afuera, mami.

La mujer sonrió con ternura, y tomo asiento a su lado en la pequeña cama. Retiró con lentitud la capa de tela blanca, dejando al descubierto los verdes y asustadizos ojos de su hija mayor.
Acarició su cabellera, y besó su frente con cariño.
Anne podía sentir la tranquilidad que le brindaba su madre, y no había mejor sentimiento que ese.

-¿Un monstruo? - cuestionó la mujer, y la pequeña se aferró una vez mas a su manta como si fuese la única cosa en el mundo que la mantendría a salvo: a parte de su madre, claro está-. No hay monstruos por aquí, cariño.

-iSi los hay! Los veo cuando todos duermen. Son como osos, muy peludos, y con grandes garras - imitó a un animal salvaje, gruñendo y mostrando su dentadura de leche, y el notorio diente faltante
al frente.

Clara rió entretenida, el nudo en su garganta haciéndose más grande cada vez con las palabras de Anne. Y una lágrima se deslizo sin poder pararla.

-No hay de que preocuparse, cariño. Nadie te hará daño, no mientras yo viva -acarició su frente, memorizando cada facción de su rostro-. Y está bien tener miedo a veces.

-Papá dice que no debo tener miedo a nada.

-Tener miedo esta bien, Anne - la voz de su madre era firme, pero a la vez ahogada-. Sólo hay que ser fuerte para enfrentarte a tus propios miedos.

-Quiere llevarme a un campamento raro, mami.
No quiero ir ahí -se quejo con un puchero-. Pero sí le digo que no, se va a enojar conmigo.

-Yo hablaré con él.

La pequeña sonrió complacida.

-¿Y ahuyentarás a los monstruos?

-Te prometo que no los volverás a ver nunca más.

Y así fue, pero Anne jamás comprendió que eso también conllevaba al el hecho de que jamás volvería a ver a su madre. No hasta ahora. Si hubiera sabido que eso pasaría, jamás se lo hubiese pedido.

Y cumplió su promesa.

                                          

-No me gusta.

Abu Hop miró con confusión a su hija, quien apartaba con disgusto el plato de comida lejos de ella. Los nuggets sólo sabían bien cuando mamá
los hacía.

-Come -ordenó con la misma mirada, mientras un pequeño Sprig de cuatro años jugaba entretenido con una pelota.

La pequeña bajó la mirada hacía sus manos, jugando con la pulsera que Sylvia le había regalado al nacer.

-Todo era mejor cuando mamá estaba aquí.

Cuando las palabras salierón de su boca, ya no había marcha atrás. Fue en una fracción de segundo, en qué Abu Hop se levantó furioso de su asiento, derribando la silla detrás de él causando un sonido tan fuerte que asusto a Sprig, y esté empezó a llorar.

-¡Pues ella ya no está aquí! ¿Cuándo mierda vas a entender eso?! iSe fue! iSe fue porque no te quiere, porque le importas una mierda! Ya deja de nombrarla! -su rostro estaba tan rojo de la ira, y una vena palpitaba en su frente. La pequeña se encogió en su lugar, sus labios temblando con miedo-. Eres igual a ella, eres una estúpida.

Luna | marcanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora