➳ Capitulo 39 - Perdidas.

145 15 32
                                    

Se sentía fatal, era como intentar volver a dormir.
Dormir y no volver a despertar.

Envolverte en tu propia aura llena de dolor, y no permitir que nadie más entre.

No quería abrir los ojos, aún tenía esa bochornosa sensación en el cuerpo. Como cuando te sientes tan asqueada, y aún después de varias horas, tu estómago sigue tan revuelto y tu garganta tan cerrada. No puedes expulsar nada, sólo esperar a que todo pase. Pero eso no sucedería. Porque el vacío era vertiginoso, y demasiado profundo. No sentía nada, además de la impetuosa necesidad de parar el dolor.

No recordaba nada de anoche.

Pero sabía lo que había pasado. Lo sabía a la perfección. Porque aún podía sentirlo dentro de ella. Tomando a la fuerza lo que no le correspondía.
Aún recordaba sus ojos, burlescos y lujuriosos.
Dispuestos a todo. Aún tenía los moretones en el cuerpo, y las manchas de sangre alrededor de sus labios. Y era grotesco si quiera imaginar que aún después de quedar inconsciente, él no paró.

No sabía sí debía agradecer o no a Maddie por suprimir esos recuerdos, porque, para ser sincera, preferiría que la hubiese matado.

-Lo siento -gruñó Marcy nuevamente, entre lágrimas que ahogaban sus lamentos-. Lo siento.
Lo siento. Lo siento, Anne. Perdóname, mi amor. Perdón.

Al fin sus ojos se abrieron, y no se molestó en volverse hacía la Alpha. Era aún más doloroso escucharla tan herida y culpable. Y la podía sentir en su marca, preocupada, triste, enojada. Esto se había convertido en una maldita pesadilla. Su mente estaba tan nublada, y se enfocaba solo en respirar. El tacto de Marcy seguía siendo cálido y acogedor, su aroma aún le reconfortaba, pero lo sentía tan... lejano. Incluso cuando se abrazaba con fuerza a ella, sujetando su mano entre las suyas, llorando atormentada por intentar detener algo que simplemente es imposible. Quizás esto debía pasar. Y verla ahí, siendo cruelmente derrumbada, siendo débil y sintiéndose culpable, sabía que Darcy había logrado lo que quería. Seguro que regresaría, en el momento más vulnerable, y no sería difícil acabar con ella. Y no quería eso. No culpaba a Marcy de nada. Cielos, no era así. Pero dolía recordar que no estuvo ahí para ella.

Marcy sentía cada emoción en el cuerpo de su mate, y era tan insoportable, tan delirante, que su pecho se oprimía abrazando ese dolor que no le permitía si quiera respirar. Le atormentaba cualquier pensamiento dónde Anne estuviese siendo lastimada en cualquier sentido, y había sucedido justo en su propia cama, en su propia casa. Sus lágrimas empapaban la camisa de su mate, y no quería hacer contacto visual. Estaba muy avergonzada por todo, ella debió estar aquí.

-Dime que lo mataste, Marcy -espetó entre dientes, al fin mirándola-. Dime que estás cubierta de su sangre. Dime que ya no hay nada porqué temer.

Podía escuchar la desesperación, el miedo, el odio en su voz. Y eso sólo la hacía sentir peor, cubrió su rostro con ambas manos, y negó con la cabeza. No, la sangre que manchaba su ropa no era de Dar, aunque le hubiese gustado eso. Era de la bruja.
Tragó saliva con fuerza, respirando por la boca, la angustia comenzaba a consumirla.

-No, Luna -admitió en voz baja-. Pero te prometo que así será.

-No quiero tus promesas. Lo quiero muerto.

Su pecho se oprimió ante esas palabras, calándole hasta los huesos. Pero no esperaba menos, no después de esto. Y estaba dispuesta a dejarse herir por cualquier reproche que Anne le hiciese. Se lo merecía.

Apartó la mirada de ella, con humillantes lágrimas que empapaban sus mejillas sonrosadas. Tan pequeñas, deslizándose hacia abajo; justo como ella se sentía. Anne se veía tan pálida, y eso sólo dejaba a relucir los golpes. Miraba un punto en la habitación, el espejo de cuerpo completo en la esquina, tan lejana, vacía, y ajena a cualquier otro dolor.

Luna | marcanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora