Capítulo 11.

551 70 10
                                    

Había pasado una semana entera desde la llegada de Smokescream. 7 días en los que no había podido verse con Knockout porque Optimus le dio la orden de entrenar al novato, lo que implicaba llevarlo a sus misiones de exploración y reconocimiento.

Era ya bastante tarde cuando volvieron a la base. Saludaron a Optimus, quien los esperaba en lo que podría considerarse una sala en aquel refugio, justo donde se encontraba la entrada, el portal y el centro de comando.

— ¿Todo en orden? —preguntó el líder—

Era su deber quedarse y esperar hasta tarde a todos los integrantes, poniendo especial atención a esos dos: los más jóvenes del equipo.

Para tratarse de Smokescreen, si —respondió Bee, ganándose una queja del nombrado—.

— Les prometí que me iba a esforzar, y eso hago.

Solo porque te prometí que una noche de estas iríamos a correr.

— Un pequeño incentivo siempre viene bien.

Bumblebee rodó los ópticos con molestia y se cruzó de brazos, recargando su peso en una de sus piernas.
Entendía que estaba a cargo del novato porque tenían prácticamente la misma edad, y según las palabras de Prime, se entenderían mejor.

Optimus en definitiva estaba satisfecho con su decisión. Smokescreen había tenido mucha mejoría desde que Bumblebee se volvió su mentor, aunque seguía siendo algo arrogante e imprudente, cosa que el tiempo y la experiencia se encargarían de corregir.

— Me alegra que haya avances con la integración de Smokescreen. Vayan a descansar.

Ambos jóvenes asintieron y se retiraron a la recámara que ahora compartían.
A Bumblebee le parecía increíble que hubiera pasado ya una semana y no hubieran resuelto el problema de las habitaciones. Entendía que Arcee quisiera conservar las memorias de Cliffjumper, pero rehusarse a dar la habitación que le solía pertenecer era demasiado.

Acordaron compartir la cama: un día Bumblebee dormiría en la litera, y la siguiente noche sería Smokescreen quien dormiría cómodamente.

Esa noche era el turno de Bee dormir en el suelo. Solía ser incómodo, pero no era muy diferente a la cama de metal.
Ya con los dos acomodados en sus lugares, el novato rompió el silencio.

— Oye, Bee.

No, Smok. No nos vamos a escabullir ni hoy, ni ninguna otra noche.

«Qué ironía. Cómo si tú nunca lo hubieras hecho, Bumblebee», pensó para sí mismo.

— Quería preguntarte sobre eso en tu mesa.

La mirada de ambos se posó en los objetos sobre el mueble metálico. Se trataban de un pulidor para autos y un enorme peluche de abeja.
Bumblebee no pudo evitar sonreír bajo su protector bucal.

Son obsequios —respondió simple, pero sentir la mirada de su compañero sobre su nuca le decía que no estaba conforme con esa respuesta—. Me los dio mi sparkmate.

La sorpresa en el rostro del nuevo no tenía precio. Bumblebee podría jurar que, si no estuviera bien ensamblado, su mandíbula habría caído al suelo de lo abierta que estaba.

El de pintura blanca y azul no podía creerlo. El pequeño explorador tenía pareja, y más increíble aún, ¡Debía conocerlo! Hasta donde sabía, ellos eran los únicos autobots sobre la tierra, y eso significaba que era uno de ellos.

— ¿Es Arcee? —preguntó sin pena—

¿Qué?, ¡No! —hizo una mueca de disgusto. ¿Cómo se le ocurría?— No es Arcee, ni Bulkhead, mucho menos Ratchet ni Optimus.

¿Jugar a enamorarte? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora