Apenas cerrada la puerta de la calle, la señora Challenger salió del comedor como una flecha. La mujercita estaba de un humor terrible. Le cerró el paso a su marido como una gallina enfurecida que hiciera frente a un bulldog. Era evidente que me había visto salir, pero no había advertido mi retorno.
--¡Eres una bestia, George! --gritó--. Has lastimado a ese joven tan amable.
Él señaló hacia atrás con su dedo pulgar.
--Ahí está, sano y salvo detrás de mí.
Ella se quedó confusa, y no sin motivo.
--Perdone. No le había visto.
--Le aseguro, señora, que todo está bien.
--¡Ha dejado marcas en su cara, pobrecillo! ¡Oh, George, qué bruto eres! Semana tras semana no hemos tenido más que escándalos. Todos te empiezan a aborrecer y se burlan de ti. Has acabado con mi paciencia. No soporto más.
--La ropa sucia... --tronó él.
--No es ningún secreto --exclamó ella--. ¿No sabes que toda la calle, para el caso todo Londres...? Austin, retírese, no lo necesitamos aquí. ¿No sabes que todos hablan de ti? ¿Dónde está tu dignidad? Tú, que deberías estar como regius profesor en una gran universidad, con mil alumnos reverenciándote... ¿Dónde está tu dignidad, George?
--¿Y qué me dices de la tuya, querida?
--Estás acabando con mi paciencia. Un matón, un matón pendenciero y vulgar: eso es lo que te has vuelto.
--Sé buena, Jessie.
--¡Un matón escandaloso y lleno de furia!
--¡Esto ya es demasiado! ¡Al banquillo de penitencia! --dijo él.
Para mi asombro, le vi inclinarse, levantar en vilo a su esposa y sentarla en un alto pedestal de mármol negro que había en un ángulo del vestíbulo. Tendría al menos siete pies de altura y era tan estrecho que sólo con dificultad conseguía ella mantener el equilibrio.
Me resultaba dificil imaginar un espectáculo más absurdo que el que ella presentaba, allí encaramada, con su rostro convulso de ira, los pies balanceándose en el aire y su cuerpo rígido por el temor de una caída.
--¡Déjame bajar! --gemía.
--Di «por favor».
--¡Eres un bruto, George! ¡Bájame enseguida!
--Venga a mi despacho, señor Malone.
--La verdad, señor... --dije, mirando a la dama.
--Aquí está el señor Malone que aboga en tu defensa, Jessie. Di «por favor» y te bajo enseguida.
--¡Oh, qué bestia eres! ¡Por favor! ¡Por favor!
La bajó al suelo como si hubiese sido un canario.
--Es preciso que te comportes bien, querida. El señor Malone es un periodista. Mañana lo publicará todo en su periodicucho y se venderá una docena extra de ejemplares entre nuestros vecinos. «Curiosa historia en el mundo de la clase alta» (estabas bastante alta sobre ese pedestal, ¿no es cierto?). Y luego un subtítulo: «Ojeada a un extraño matrimonio». Este señor Malone es un devorador de carroña, que se alimenta de inmundicia, como todos los de su especie -por cus ex grege diaboli-, un cerdo de la piara del diablo. ¿Qué le sucede, Malone?
--Es usted realmente intolerable --le dije acaloradamente.
El profesor soltó la risa en forma de mugido.
--Ya tenemos aquí una coalición --gritó con su voz atronadora, mirando a su mujer y luego a mí, mientras ahuecaba su enorme pecho.
Pero de pronto alteró su tono, diciendo:
--Disculpe estas frívolas chanzas familiares, señor Malone. Le pedí que volviese con un propósito mucho más serio que el de mezclarlo en nuestras pequeñas bromas domésticas. Largo de aquí, mujercita, y no te enojes.
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El Mundo Perdido - "Arthur Conan Doyle"
Aventura"El Mundo Perdido" es una novela creada en 1912 por el padre de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle. El estrambótico, arrollador e hilarante profesor George Edward Challenger, "un cerebro superdotado en un cuerpo de hombre de las cavernas", decide e...