Promesa

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-. Entonces, ¿ustedes ya se conocían? (Dante)

-. Sí... algo así (Cris)

—. Eso fue el día que la ciudad central cayó... Cris, después de salvarnos, nos llevó a la ciudad del oeste. (Keni)

-. Ya estás aquí... sabía que ese presentimiento era por algo... la primera vez que te salvaste de la muerte por tan poco me llamó la atención, pero la segunda me activó esa espinita que me hizo salvarte, y ya esa tercera me lo confirmó... pero... ¿Qué pasó con Kely? (Cris)

-. ... pues... (Keni)

-. No, Keni, tranquilo... ya se entendió, no necesitas seguir hablando si no quieres (Daskal)

Daskal le abre los ojos a Cris, expresando que debe guardar más silencio, a lo que Cris da un paso hacia atrás y agacha la cabeza.

-. Disculpa... n-no era mi... (Cris)

-. No... no te disculpes... al fin y al cabo, algún día tendré que decirlo de todas maneras. (Keni)

Detrás de él, Keni siente el calor de un abrazo.

-. Tómate tu tiempo, hermano... debe ser muy difícil... (Dante)

Keni toma aliento y comienza a hablar.

-. Cuando llegamos al refugio de la ciudad oriente... (Keni)

Ciudad oriente.

Cada calle de esta ciudad se veía completamente vacía; de vez en cuando, una patrulla militar rondaba en busca de algún demonio. Keni y Kely se dirigieron hacia el refugio subterráneo, comúnmente presente en la mayoría de las ciudades para situaciones como esta. Estos refugios, originalmente diseñados con propósitos bélicos, estaban distribuidos en secciones, como colmenas. En las partes superiores, se encontraban zonas comunes destinadas a la convivencia. Bajo ellas, se ubicaban las bodegas de suministros, y más abajo, las áreas de habitaciones que dividían distintas cúpulas con camarotes para ocho personas cada una. Era una especie de ramificación.

Keni se hallaba en la entrada de la sección común en la que se encontraba, entablando conversación con algunos refugiados de esa ciudad.

-. La verdad es que fue todo muy rápido, pero aquí estamos... (Keni)

-. ¿En serio viste un habiti de cerca y sobreviviste? (?)

-. Sí, podríamos decir que tuvimos un poco de suerte... (Keni)

-. ¿Un poco? Si lo que me contaste es cierto, eso es algo más que solo suerte. (?)

-. Sí, como digas, pero ¿solo me hablaste por eso? Solo digo que hasta el momento no me sé ni tu nombre. (Keni)

-. De verdad, perdón por llegar así de golpe, pero se rumoreaba sobre el nuevo que venía de la ciudad destruida... solo me ganó la curiosidad y miralo de esta forma, no te quería dejar aislado a ti y a tu novia. Pero tienes razón, mi nombre es Sander, pero me puedes decir San. (Sander)

-. Bueno, pues, un gusto, San. (Keni)

Keni estrecha la mano de Sander.

-. Oye, pero ¿por qué no fueron al refugio de su ciudad? (San)

-. De hecho, lo hicimos, eran filas inmensas, pero ahí está la madre del caos... en medio de la multitud fue de donde surgió el habiti... por lo menos estábamos hasta el último y pudimos correr más fácilmente. (Keni)

-. Entiendo... menos mal... espero que esas cosas no lleguen aquí. (San)

-. Sí, bueno, supongo que iré a ver qué está haciendo Kely, ¿sí? Un gusto conocerte, San, hablamos en otro momento. (Keni)

Demonios de DanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora