Capitulo 8

16 2 1
                                    

Adrien:


Layla Rodríguez murió el 25 de febrero del 2006.

Más de dos meses después de que ingresará al hospital.

Por alguna razón, que tanto su familia como los doctores lo veían como algo milagroso, Layla había logrado vivir mucho más tiempo allá del que habíamos pensado todos.

Sin embargo, no había sido suficiente.

''Su cuerpo quería seguir luchando, pero su mente ya se había dado por vencida'' Escuché decir a alguien en el funeral.

Fueron tiempos difíciles.

Fueron tiempos de tomar las riendas de mi vida, realmente.

La muerte de Layla no fue en vano. Fue una de esas cosas que cambian tu vida para siempre. Es como cuando escuchas una canción o una frase, ves una película o conoces a alguien sin planearlo, cambia tu vida para siempre. La muerte de Layla me enseño muchas cosas sobre mi mismo que ni siquiera yo sabía que existían.

Aprendí que no quería desperdiciar un solo segundo de mi vida, sin estar con las personas que realmente amaba e importaban en mi vida.

Aprendí que había estado enamorado de Kagami Tsurugi sin ni siquiera haberme dado cuenta, durante semanas y semanas.

Aprendí que uno no puede ni debe, tomar por sentado la compañía de nuestros seres queridos. Recordé la importancia de demostrarle a alguien lo esencial que puede llegar a ser una persona en la vida de otra.

Navidad, año nuevo, el cumpleaños de Kagami y el mío pasaron en una especie de nube borrosa.

Cada uno de esos días, ambos estuvimos en el hospital.

-¿Estás bien?-La suave voz de Kagami me trajo de regreso a mi dormitorio. Mi cabeza seguía recargada sobre su pecho. Mis ojos cerrados. Sus manos en mi cabello. Nuestras piernas entrelazadas.

-No lo sé-Murmuré roncamente. Kagami suspiró y me apretó contra ella.

-Estoy aquí-Dijo roncamente.

-Lo sé.

Y lo sabía bien.

Durante todos esos meses, habían sido contados los días en los que Kagami había abandonado mi lado. Y en esas ocasiones, eso solo había sido por cuestiones laborales.

Dormíamos y despertábamos juntos. Desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos.

Casi no podía recordar lo que se sentía no tener a Kagami a mi lado.

Esos siete meses juntos habían sido demasiado importantes en mi vida, que todos los años anteriores, parecían irrelevantes. Era como si no conociera otra vida que no fuera una en la que Kagami estaba conmigo.

Ella había estado ahí, sosteniendo mi mano y abrazándome contra ella, cada una de las veces en las que lo había necesitado.

Había sido la fuerza que me mantuvo de pie.

A comparación de mi y mis amigos, Kagami no había soltado una sola lágrima tras la muerte de Layla. No porque no lo sintiera o porque tuviera malos sentimientos, sino porque así de fuerte era Kagami Tsurugi.

Sus ojos se habían mantenido secos en el funeral también. Y en realidad, agradecía esto ya que no habría tenido la fuerza suficiente como para consolarnos a ambos.

Ni siquiera yo entendía por qué me había dolido tanto la muerte de Layla, pero así había sido y necesitaba a alguien apoyándome.

Nino también había estado ahí, por supuesto.

Preludio (Adrigami)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora