capítulo dos

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—¡Beomgyu!—.

Fue una corrida rápida y desastroza en donde nuevamente decía el nombre que con el tiempo había dejado de ser un desconocido. Una costumbre, quizás.

Al menos así lo consideraba Yeonjun.

—En serio, me gustaría que me dijeras quién es Beomgyu—.

La omega encima suyo lo miraba más que desilusionada. Olisqueó en el aire las feromonas de tristeza. Yeonjun se había dicho incontables veces que no se haría responsable de dolores equivocados.

Pero él era muy débil con todo el mundo y siempre terminaba pidiendo disculpas.

—Me encantaría decírtelo, pero yo tampoco lo sé—Acarició la mejilla suave de la omega—. A veces también me gustaría saberlo.

Era una verdad a medias, deseaba saber quién era Beomgyu, y por qué tenía la necesidad de gritar su nombre cada vez que llegaba al orgasmo, pero no deseaba decírselo a nadie. Por alguna razón, se sentía un poco enojado cuándo le reclamaban su costumbre. Él simplemente no entendía qué tenía de malo decir el nombre de otra persona durante el sexo cuando ni siquiera estaba enlazado con el omega que se estaba follando.

Algunos omegas eran difíciles. Yeonjun estaba de acuerdo. Probablemente era más que un poco irrespetuoso y descortés, pero finalmente no era su culpa.

—No te preocupes—suelta Yeonjun, aún acariciando la mejilla de la omega—. No eres la primera con la que me pasa esto.

Con un gesto suave, pidió que se quitara de encima suyo para poder sentarse. Yeonjun pensaba que estos momentos eran incómodos, todo se iba a la mierda cuando decía ese nombre. No creía que fuera del todo malo, solo que las personas no se lo tomaban como él quería.

A pesar de que siempre se aseguraba de explicarle a los omegas con los que follaba lo que pasaría una vez lo hicieran venirse. Algunos simplemente no escuchaban. Yeonjun se repitió otra vez, a sí mismo, no responsabilizarse.

Pero cuando se levantó de la cama para empezar a buscar su ropa, escuchó a la omega a sus espaldas sollozar.

Oh Dios no. Yeonjun era muy paciente, pero no entendía la extraña posesividad de los omegas. No se enojaban, solo lloraban y le rogaban a Yeonjun que no dijeran el nombre de Beomgyu de nuevo.

—No digas ese nombre más.

Y ahí está. Yeonjun lo intentaba. Contener el nombre entre sus dientes y no soltar la palabra mágica, era difícil y cualquiera en su situación podría comprobarlo. Aunque nadie estaba realmente interesado en entenderlo.

Yeonjun se giró con su mejor sonrisa.

—Sabes que no lo puedo contener—

Era su única y mejor defensa, intentó que su olor calmara el llanto de la omega, pero pareció pronunciarlo. Yeonjun pensó que estaba roto o algo así.

—Me debo ir de todas formas—tomó sus cosas para comenzar a guardarlas en su bolsillo—. Está haciendo mucho frío, vístete o podrías enfermarte.

Yeonjun no era una mala persona, ni mucho menos un mal alfa. Solo pensaba que era un mal trago para tomar tener que dar explicaciones innecesarias.

Salió de la casa de la omega, el viento frío lo golpeó. La rutina de siempre después del sexo era la misma, pensar en quién podría ser Beomgyu, y por qué su nombre se sentía tan dulce a la hora de venirse. Consideró que podría estarse volviendo loco, pero siempre había sido así. Desde su primera vez, con un chico, en su casa. Yeonjun podría decir que realmente le gustaba, pero habría estado mintiendo. Habían follado, y Yeonjun tuvo la osadía de gritar el nombre de alguien más.

El omega había estado en su derecho de enojarse. Se supone que estaban intentando algo allí, entre los dos, una relación. Y Yeonjun solo gimió el nombre de otro tipo. El omega le había gritado sin siquiera escuchar la explicación que para oídos ajenos era absurda.

Desde ese momento, incluso a la hora de un trabajo de mano solitario conllevaba al nombre de Beomgyu a salir por sus labios. Y empezó a sentirse un poco resentido, desde ese encuentro, su alfa empezó a tener malestares terribles. Incluso una tarde sintió que se estaba debilitando. Había estado enfermo por un largo tiempo. Su madre había estado preocupada de que Yeonjun tuviera alguna enfermedad. Después, de un día para otro, Yeonjun había vuelto a ser el mismo. Como si jamás hubiera estado enfermo.

Yeonjun no quería culpar al tal Beomgyu de eso. Pero las fechas eran tan exactas. Si es que Beomgyu existía, estaba seguro de que algo tuviera que ver con la extraña enfermedad de alfa que tuvo hace un buen tiempo. Aunque Yeonjun no era indagar mucho.

Prefería ignorarlo. Decir el nombre de Beomgyu no afectaba en lo mínimo su vida cotidiana más allá del sexo, por lo que tampoco se mataría por buscar en ello. Podía vivir con eso.

—¿Y qué harás cuando te enamores de un omega?—.

Su amigo tenía preguntas ocurrentes que él no estaba dispuesto a responder en el momento.

Era bien sabido que en la comunidad de alfas y omegas debía existir el balance, aquel solo se conseguía con la marca sobre la pareja omega. Entonces, vivirían para siempre felices, y otros cuentos que a Yeonjun comenzaba a molestarle. No comprendía por qué todas las personas debían concretar su vida así.

Él podía vivir solo por siempre. Tampoco era como si decir el nombre de Beomgyu fuera jodidamente atrayente para los omegas con los que se acostaba.

—No tengo interés en nadie ahora—miró a su amigo, al otro lado de la mesa—. Algo se me ocurrirá.

Soobin pestañeó hacia él.

—Puedes ir donde este tipo de omegas brujos—sugirió como si realmente estuviera dando un buen consejo.

Yeonjun se rió.

—No das muy buenos consejos.

Soobin solo se encogió de hombros, continuando con el trabajo en la mesa. Yeonjun lo imitó, por más que el tema de Beomgyu comiera su cabeza, debía continuar con su vida.

No era lo suficientemente especial para pensar mucho en ello.

Al menos eso esperaba.

¡Te estoy buscando, Yeonjun! ● yeongyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora