Nro de palabras: 1710
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Estábamos mis amigas y yo en mi sala. No sabía en qué momento nuestra noche de películas de había convertido en noche de confesiones y alcohol. Pero. No me quejo.
¡¿Quién se queja de escuchar un chisme?!
Pues yo no.
Kara: ¡Y después descubrí que tenía novia!– chilló mi amiga para concluir su historia de amor fallido.
Gema: ¡Siempre es lo mismo!– tomo un trago de la botella– ¡Hombres!
En este punto ya estábamos bastante ebrias.
Nicole: ¡¿Quieren escuchar la mejor historia de desamor?!– grite entusiasmada por el alcohol.
—¡Adelante perra!– gritaron todas al unísono mientras se acomodaban.
Gema, Kara y Paris me miraban atentas al chisme.
Nicole: Todo comenzó cuando comencé a trabajar en la corporación– me reí al recordar– Su nombre era Mikey...
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Entré a la oficina era mi primer día. No conocía a nadie. Quién diría que terminaría siendo la secretaria del vicepresidente de una conocida cooperación.
Pero aquí estoy. Nerviosa y temiendo por mi empleo.
La puerta se abrió haciendo que diera un brinco del susto. Me volteé a ver a mi jefe y...
¡Ay dios mio!
¡Nunca en mi vida vi a un hombre tan atractivo!
Era bastante alto. Su cabello rubio perfectamente peinado. Sus ojos eran azules. Juro que nunca vi ojos tan hermosos. Sus cejas eran bastantes pobladas pero tan bien arregladas que hasta me daban envidia.
Llevaba una camisa blanca de botones con las manga arremangadas hastas los codos y los dos primeros botones desabrochados. Estaba combinada con unos pantalones amarillos. Normalmente diría que esos pantalones eran horribles. Pero a él le quedaban bastante bien.
Se notaba que hacía ejercicio. Su musculoso cuerpo era el resultado de varías horas de ejercicio.
Juraría que tengo un dios griego frente de mí.
—Disculpa la tardanza– su masculina voz era la cereza del pastel– Tu debes ser Nicole, mi nueva secretaria.
Nicole: Nicole Bristton, Señor– estire mi mano. Estaba sudada de los nervios. ¡Que vergüenza!.
—Michael Morgan– sonrió sintiendo mi mano. Siento que me voy a derretir– Y no me llames señor, eso es muy formal para mí gusto– se rió un poco. ¿Acaso este hombre es perfecto en todo momento?– Puedes llamarme Mickey.
Sonreí como pude. Estaba echa un flan. Iba a trabajar por un mes junto a este hombre tan atractivo.
No sé que hice. Pero Dios. Gracias.
(…)
Llevaba un rato ojeando unos papeles pero me distraía con aquel hombre que estaba tecleando velozmente en su computadora.
Pude notar como tenía unas marcas en su cuello. ¡¿Esos son chupetones?!. ¡No me digas que tiene novia!.
Mickey: Oye cariño...– ay Dios... ¡Me llamo cariño!– ¡Lo lamento!– se disculpó rápidamente– estoy acostumbrado a llamar así a mis amigas.