┝♡━ 𝕰𝖑 𝖇𝖔𝖘𝖖𝖚𝖊 ━♡┥

48 8 0
                                    

El inventor estaba emocionado, mientras que guardaba sus inventos más novedosos en una de las carretas, los cuales a su suerte no era muy pesados, su hija preparaba en la cocina las provisiones que se llevaría en su viaje. El inventor de cabellos canos, se secó el poco sudor que estaba en su frente.

El sol estaba siguiendo su recorrido, se ocultaría en un par de horas.

- ¿Se va de viaje Agasa-san? -la voz del cazador se hizo escuchar sobre el leve ruido de los artefactos que el hombre movía de un lado a otro.

- Algo así -soltó en una risa incómoda-. ¿Cómo ha estado Mouri-san?

- He traído otro de mis trofeos -se alagó a sí mismo-, tendría que acompañarme a la taberna para verlo -dijo mientras flexionaba su brazo, haciendo un gesto de que era fuerte. Al cazador le gustaba presumir con todos sus hazañas.

- Tal vez en otro momento -dijo acomodando bien los aparatos bajo una manta-, su hija Ran, ¿cómo se ha sentido después de ese resfriado?

- Ella es fuerte, podrá con un simple resfrió -dijo rápidamente, para pasar su lengua por sus dientes frontales.

- Gracias por la preocupación Agasa-san -la chica nombrada apareció tras la espalda de su padre, aquellos ojos violáceos, miraron con regaño al hombre de diminuto bigote-, ¿se encuentra su hija?

- Salió hace poco -rio disgustado, viendo disimuladamente hacia la ventana de la pequeña casa.

- Ya veo, le deja mis saludos -sonrió amable la chica, para arrastrar a su padre en dirección al pueblo.

El hombre suspiró, sabía que el padre de Ran era un hombre bien conocido por ser un rompecorazones de muchachas jóvenes, que muchas veces tenían la misma edad de su propia hija. La muchacha de cabello oscuro se asomó por la puerta, escondiéndose aún, por si la familia Mouri se atrevía a volver.

- Ese hombre no tiene remedio -musitó la joven, su padre asintió-. Y ahora solo deja que su padre haga lo que quiera.

- Con alguien como él, veo que sea algo agotador el estarlo vigilando todo el tiempo -rio por lo bajo. Los ojos de ambos miembros de la pequeña familia miraron hacia el rojizo cielo-. ¿Podrás cuidarte tu sola?

- Soy capaz de eso -sonrió para salir a abrazar a su padre, y luego darle una bolsa con provisiones suficiente para su viaje-. Eso será suficiente, que los ángeles guíen tu camino y llegues con bien.

No eran una familia creyente totalmente, asistían como todos los del pueblo a la iglesia, pero no tan recurrentemente. Aun así, el mal presentimiento que se albergaba en el pecho de la joven, hizo que depositara su fe, en algún ser superior. Un último abrazo finalizó la pequeña despedida de padre e hija.

La chica vio como el hombre se dirigía al bosque con la carreta amarrada a uno de los caballos, el cual tenía que atravesar por unos kilómetros antes de llegar al puente que lo llevaría al camino que conecta los dos pueblos. Un suspiro se escapó de sus gruesos labios, tomo uno el libro que esa misma mañana le había regalado su amiga Sonoko, para dirigirse un rato al prado donde descansaría hasta la hora de la cena.

════ 🥀 ════

El viento empezaba a entremeterse por las prendas del inventor, quien tomo una de las mantas y se cubrió con ella, y otra al caballo. Se detuvo al ver que el camino se dividía en dos, uno por el cual si lo atravesaba tardaría tres días en llegar, pero si acortaba camino por el lado derecho, se tardaría un día menos. Lo pensó bien, si es que lograba llegar antes, podría así elegir algo del mercado y comprárselo a su primogénita.

Sin importarle los comentarios que alguna vez escucho cuando paseaba por la cantina de Beika, atravesó el camino contrario al que debía de seguir. Los grandes follajes oscuros de los árboles, junto al sonido de los animales salvajes, le daba un aspecto más espeluznante del que el hombre se esperaba. Sujetó con fuerza las riendas de su caballo, el cual caminaba notoriamente nervioso, por el irregular camino.

La bestia (Shinichi Kudo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora