┝♡━ 𝕰𝖑 𝖈𝖆𝖘𝖙𝖎𝖑𝖑𝖔 ━♡┥

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La chica cerró su libro marcando la página, doblando la esquina de la hoja, lo dejó sobre la mesa y comenzó con sus labores. Hoy bajaría al pueblo a reabastecer los insumos de su alacena, y aprovechando su tiempo libre visitaría a Sonoko.

Se miró al espejo que colgaba en su habitación, se arremangó las mangas de su camisa hasta los codos, y alisó los pliegues que se notaban en su vestido azul. Su cabellera la amarró como pudo, en un peinado algo enmarañado. A pesar de la helada noche, hoy el sol brillaba como nunca.

Fue al jardín trasero para buscar algunas flores frescas, las cual ofrecerle a su amiga, se encaminó esa mañana de sábado hacia el pueblo, vio lo de siempre, los mismos vendedores, los mismos negocios, los mismos habitantes. Abrió la puerta y la campanilla resonó, la adolescente buscó a su amiga con la mirada, quien estaba sosteniendo con dificultad una caja con libros que estaba moviendo de un lado para otro, sin pensarlo fue a su auxilio.

- Mi salvadora -exclamó hacia su amiga, la chica le tendió las flores con una minúscula sonrisa-, quien necesita un príncipe -una risa traviesa salió de sus finos labios.

- Es mi invitación a almorzar -dijo viendo como la chica cambiaba las flores que tenía en el mesón por las nuevas.

- ¿Y tu padre? -los verdes ojos de la chica se posaron en su amiga con preocupación.

- Fue a una feria en el pueblo vecino -le sonrió mostrándole los dientes, la adolescente no quería preocupar de más a su amiga, pero no quería estar sola con el cazador en el pueblo.

- Entonces hoy cerraré temprano -dijo sacándose el mandil y colgándolo detrás de la silla que estaba cerca del mesón.

Las adolescentes compraron en el mercado lo necesario para el almuerzo y la cena, Sonoko se quedaría con su amiga ese día. La muchacha de hebras avellanas observó el interior de la casa del inventor, era un lugar muy hogareño y ordenado.

Las chicas se dedicaron a conversar lo que restaba de mañana, las adolescentes de juguetones ojos verdes se sorprendió al ver el lindo paraje que colindaba con el patio trasero, sus ojos brillaban de alegría, al sentir la tranquilidad que transmitía.

- Podemos almorzar ahí, si eso quieres -Sonoko asintió enérgicamente, una risa salió de los labios de la hija del inventor-, traeré lo necesario.

Se acomodaron con unas mantas en el pasto, la comida caliente y el fresco viento eran una combinación perfecta para esa tranquila tarde en la ciudad de Beika. Sonoko aspiró el aire puro fuertemente.

- No se tiene esta tranquilidad allí -musitó, su voz se mezcló con el sonido del viento atravesando los follajes-. Esto es simplemente mágico.

- Puedes venir a almorzar cuando quieras -dijo dándole un bocado a su almuerzo, para hincarse sobre la canasta que había llevado a lo alto de la colina-. Traje jugo de moras y menta.

Los últimos suspiros de verano se vieron interrumpidos por el fuerte pisar de un animal, ambas jóvenes se pararon rápidamente de sus lugares, buscando el causante de tal desesperado sonido. Un caballo de extenso pelaje, corrió en su dirección, por instinto la chica de corto cabello se aferró al brazo de su amiga.

- ¡Stelle! -se acercó a la yegua, tratando de apaciguarla-, ¿qué pasó?, ¿y papá?

El relinchar desesperado del animal y sus fuertes pisadas hacían que retumbaran los oídos de las chicas, el caballo se calmó con las caricias de su dueña.

Los ojos de la joven se dirigieron hacia su amiga, buscando consuelo, estaba a punto de soltarse a llorar. Un ligero apretón en la mano de su amiga fue suficiente para que ella se calmara y pudiera pensar con claridad. La joven se levantó como pudo el volante de su vestido, para montarse sobre la yegua.

La bestia (Shinichi Kudo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora