Capítulo 4

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Kagome siempre había pensado que los labios de Inuyasha se veían suaves gracias al maquillaje y las revistas, que al tocarlo seguramente no serían como ella había imaginado, pero lo cierto es que nada le había hecho justicia a la suavidad y lo adictivo que eran aquellos labios que ella estaba besando.

Inuyasha le sabía al chocolate derretido bajo una tarde sol, delicioso y húmedo. La copa en sus manos llegó a la superficie más cercana justo cuando Inuyasha dejó de parecer una estatua y la tomó de la cintura pegándolo a él, porque buscaba de esa manera contenerse, gran error.

Sentir la delgada tela del vestido de Kagome en sus manos lo enloqueció, sentir esos labios dulces y llenos contra los suyos acabaron con la cordura de la cual siempre se había sentido orgulloso. Ya no pensaba, no mientras ella lo estuviese besando como si no tuviesen tiempo, como si él fuese a desaparecer.

Inuyasha bajó entonces sus manos a los muslos de la chica y cuando ella menos lo esperó, la alzó haciendo que un pequeño grito se escapara de sus labios, aprovechó eso para adentrar su lengua dentro de la boca de la mujer quien soltó un jadeo sorprendida.

Le gustó ese sonido, más que gustarle, le encantó ese maldito sonido del que ahora quería mucho más.

Inuyasha subió a Kagome en el mesón de la cocina abriéndole las piernas para buscar un espacio entre ellas. Sus besos bajaron en torno a todo su cuerpo y sintió a la mujer que tenía entre sus brazos temblar. Las manos de Inuyasha no se mantuvieron quietas, tocó los muslos de Kagome con las ganas contenidas que tenía.

Kagome buscó el dobladillo de la camiseta de Inuyasha para quitársela, pero Inuyasha estaba demasiado absorto probando la piel de su cuello y más abajo la de su hombro. Quería probar cada una de las partes de Kagome.

—¿Quieres esto?—la voz de Inuyasha era ronca, tanto que Kagome tuvo que parpadear para enfocarlo porque los besos de él la habían descontrolado completamente—¿quieres que te tome Kagome?—cuestionó con una sonrisa pícara en esos labios que ella había besado anteriormente—tu cuerpo me grita la respuesta, pero quiero escucharlo de esos labios que me han enloquecido toda la maldita noche—dando hecho a sus palabras Inuyasha pasó su dedo por los labios de Kagome y ella, sacando esa mujer atrevida que se propuso disfrutar al máximo de lo que pasaba, tomó el dedo entre sus labios chupando suavemente.

Los ojos de Inuyasha eran del oro más fundido, la oscuridad y el deseo eran casi palpables, la piel de Kagome cosquillaba por más de esos besos y caricias que le habían despertado tanto, quería muchísimo más de esos labios, sabía que apenas y estaban en el principio, pero entonces las palabras de Inuyasha le recordaron que era lo que estaba haciendo.

Tenía meses sin saber que era el sexo con otra persona, lastimosamente la única atención que había recibido su cuerpo eran sus dedos o el consolador que cada vez que lo tomaba para darse placer le recordaba que gracias a un estúpido hombre con pene ella había quedado con deudas que no la dejaban vivir tranquila.

Así que la pregunta de Inuyasha podría cambiar si ella seguía siendo la misma chica que luego de esa traición por parte de su ex se había refugiado en ella misma, una donde no había dejado entrar a otra persona a su vida por miedo a ser lastimada y aunque sabía que Inuyasha no iba a estar al día siguiente, dejarlo tener sexo con ella era mostrase a si misma que podría disfrutar sin restringirle. No le debía nada a nadie y menos a ese idiota traidor.

Así que, tomando el valor que había dentro de ella soltó un suspiro tembloroso. Ella fue a disfrutar, a no amargue otro 14 de febrero, a tener un recuerdo grato y vaya que lo tendría, aunque dejaran las cosas ahí. Porque Inuyasha había escuchado sus estupideces, la había hecho reír, le regaló rosas bonitas, aunque a ella no le gustaran las flores y, además, se había comportado como todo un caballero. Así que si, ya tenía un recuerdo muy grato.

Pero puede ser mucho más que grato.

Esa vocecita en su cabeza hizo que las manos de Kagome vayan hacia la camiseta de Inuyasha tomándola y sacándola sobre su cabeza, ese era el sí que él necesitaba.

Inuyasha fue tan rápido que hizo que la espalda quede contra todo el frio marmón cuando él la acostó sobre el mesón besando sus clavículas con deliciosa parsimonia.

Una de las manos de Inuyasha fueron a la pierna de Kagome donde tocó y recorrió lento, tomándose el tiempo necesario para enloquecer las hormonas de la mujer. Cuando tuvo el vestido de Kagome arrugado en sus caderas él vio la pequeña tanga con una sonrisa.

—No digas nada—habló con voz ronca Kagome cuando se dio cuenta de que los besos y caricias se habían detenido.

—No iba a decir nada, solo que eres una mujer muy sexy—las mejillas de Kagome se calentaron un poco y una risa nerviosa dejó sus labios.

—¿Qué ibas a hacer?—cuestionó buscando alejar el tema.

—¿Yo? Quitarte ese bonito vestido, pero no aquí. No tengo los condones en mi cocina—Kagome soltó una risa alejándolo de ella para bajar. Su vestido estaba arrugado cuando sus pies tocaron el suelo, pero le lanzó una mirada carcajada de seducción a Inuyasha que hizo al hombre caminar rápido, tomando la mano de la mujer y guiándola a la segunda planta, donde una amplia habitación lo esperaba.

Kagome soltó un gemido cuando Inuyasha la pegó a la puerta de su habitación y la besó con fuerza, sus manos buscaron quitarle el vestido y cuando lo consiguieron, Inuyasha dio un paso atrás disfrutando de la mujer que lo miraba a él.

—Eres hermosa—susurró despacio.

—Me lo estoy creyendo—comentó Kagome agachándose para quitarse los tacones, pero Inuyasha la detuvo.

—Déjalas—ella enarcó una ceja—y respecto a lo que dijiste, si algún idiota no te lo dijo, déjame ser el idiota que te lo rectifique; eres hermosa—dicho eso la besó con fuerza, quitándole el sostén y bajando sus besos hasta sus pechos, los cuales probó con mucha ansiedad, el gemido que soltó Kagome solo hizo que los pantalones de Inuyasha estrangularan su pene.

Kagome sentía su cuerpo convulsionar, Inuyasha no tenía contemplación a la hora de hacerla gemir, Dios, ella había extrañado tanto eso, la sangre circulando caliente por todo su cuerpo, la necesidad de relajarse. La humedad que sentía era vergonzosa, pero Inuyasha sabía exactamente como atender a una mujer.

La llevó a la cama y le bajó la tanga dejándola desnuda sobre su cama. Y seria mentira no decir que le encantó ver a esa mujer entre sus sabanas grises.

Abrió su pantalón bajándolo, quitó su bóxer y quedó completamente desnudo y sonrió. Buscó el preservativo cubriéndose con él bajo la mirada de la mujer que lo esperaba con la respiración agitada, húmeda y completamente sonrojada.

Inuyasha, luego de colocarse el preservativo subió sobre ella y se aseguró de que estuviera completamente húmeda antes de ubicar su miembro en la entrada de ella. Lentamente fue adentrándose, Kagome hizo un pequeño sonido porque fueron muchos meses sin probar lo que era un pene en su vagina.

Inuyasha fue suave cuando la sintió tensarse un poco, se quedó quieto esperando que Kagome se relajara, ella esperó embestidas salvajes, pero recibió besos suaves buscando relajarla. Inuyasha la besó y ella correspondió. Nunca, ningún hombre la había tratado con esa ternura y al mismo tiempo pasión, ella casi sintió ganas de llorar por lo atento que era Inuyasha.

Cuando la sintió cómoda entonces hizo los movimientos que hicieron gemir a su acompañante, movimientos que hicieron que las uñas de Kagome se enterraran en su espalda, movimientos que lo enloquecieron a él también porque todo en Kagome era cada vez más adictivo, mejor. Ese rostro de placer en ella quedaría grabado a fuego en su mente, parecía e arte por el cual pierdes el aliento, ese arte que te hace quedarte durante horas admirando la pieza. Así era Kagome, puro fuego y arte.

Y ellos ardieron juntos, se dejaron llevar, ella empujaba hacia él, él hacia ella, sudor, sonidos de ambos, besos descontrolados, salvaje y al mismo tiempo tierno Kagome se mostró como era.

Cuando la cúspide de su placer los arrolló a ambos, el gemido que soltaron y la sensación, eso sí fue algo grato que ella jamás olvidaría.



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Besitos a todos.

San Valentín a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora