Capítulo 2

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Comieron en silencio, eso antes de que Inuyasha le preguntara qué le gustaba hacer y Kagome sacara su lado creativo y de una manera divertida le comentaba cosas de su vida. Inuyasha era atento en todo lo que ella quería y decía, no se perdía detalles de lo precioso que sus ojos eran y como brillaban mientras narraba cosas de su vida personal.

Lo atrapó.

Ninguna mujer en el mundo de la fama se veía de una manera tan dulce y bonita, no solo belleza física, él hablaba de cómo se sentía estar con esa persona, la comodidad y los pensamientos de la misma. Kagome parecía tan mujer y a la vez tan dulce como una niña pequeña.

Aunque como niña él no la estaban viendo.

Confundido por el giro de sus pensamientos, Inuyasha trató de apartar la vista, pero tanto la voz de Kagome como sus brillantes ojos, le impidieron cometer tal desfachatez.

—Creo que hablé demasiado—susurró mirando las personas que bailaban en la pista de baile.

—Me gustó escucharte hablar, tienes un timbre de voz que tranquiliza—ella sonrió. Eso se lo habían mencionado antes—, además, me gustó escucharte hablar—una vez más Inuyasha estuvo encantado de ver esas mejillas adquirir un color más intenso.

—Suelen decir que hablo demasiado—comentó ella mientras tomaba otra copa de vino. Al paso que iba pronto se iba a embriagar.

—A mí me gusta escucharte, ¿quieres bailar?—preguntó señalando la pista donde las parejas bailaban. Ella asintió y tomados de las manos caminaron a la pista de baile.

Mordiendo su labio nerviosa Kagome tocó su cuerpo y respiró profundo para no hacer un escándalo. Inuyasha la movió con suavidad muy alejando al lio que Kagome tenía en la cabeza.

El cuerpo de Inuyasha junto al de ella era maravilloso. Kagome podía sentir a través de la tela de su ropa lo duro de sus músculos, lo caliente en su piel. Se sentía como alguna quinceañera saliendo con su platónico.

Inuyasha posó su mano en la espalda baja de Kagome sintiéndola estremecerse, pensamientos que hasta el momento no había tenido con ella comenzaron a aparecer. Pensamientos muy indecentes y escandalosos, tanto que, si la mujer que sostenía echara un vistazo en su mente, se aterraría y lo llamaría pervertido.

Inuyasha colocó la mano en la espalda baja de la mujer, tentado a bajarla un poco más, pero controló cualquier instinto estúpido. La otra mano fue a parar junto a la de Kagome, quien colocó su única mano libre en el hombro de Inuyasha. La música que sonaba era tan cursi que a ambos le dieron ganas de reír, pero se controlaron mientras bailaban. Kagome todavía no salía de la sorpresa de que el mismo hombre que veía a cada momento en las revistas fuese el mismo hombre que la sostenía mientras bailaba.

Admiró ese masculino rostro y la manera en que esos ojos dorados la observaban encendía cualquier hormona que antes estuviese dormida. Inuyasha la hizo girar para luego pegarla más cerca, a ese punto la pobre de Kagome estaba que hiperventilaba porque semejante hombre bailándola, tocándola, que el señor se apiade de ella, pero era más de lo que podía soportar.

Al finalizar el baile ambos volvieron a su mesa, Inuyasha les sirvió un poco de vino que Kagome bebió como si estuviese en sequía, él la observó curioso, pero no comentó nada.

—¿Vamos a otro lugar?—la pregunta valiente de Kagome hizo que las manos de Inuyasha cosquillaran por tocarla, él solo le regaló una sonrisa coqueta y miró a su alrededor.

—La cuenta por favor—las palabras, la determinación en su mirada. Kagome se estremeció por completo.

Discutieron porque ella quería pagar lo que había ingerido, pero al final Inuyasha se lo impidió. Salieron y sorprendiéndola, Inuyasha entrelazó sus manos con las de ellas.

Las calles estaban ridículamente decoradas con todo lo que sea rojo y declare amor. Habían enamorados y personas solteras con cara larga odiando aquel día.

Kagome mayormente formaba parte del segundo grupo, pero aquel día no. Tenía a un guapo hombre, atento y que la había escuchado parlotear toda la noche sin quejarse, dándole toda su atención.

Inuyasha se detuvo soltándola y cuando Kagome giró hacia él, un ramo de rosas fue lo que vio junto a la sonrisa pícara en los labios del hombre. Tomó las rosas con cuidado y sonrió.

No le iba a decir a Inuyasha que odiaba las rosas, pero amaba ese gesto bonito que le había dado.

Ambos volvieron a caminar tomados de la mano, Inuyasha le habló de cómo era el mundo del modelaje con soltura, todavía sin creer que estuviese abriéndose con una total desconocida que podría publicar todo lo que había pasado ese día en internet.

Llegaron a una fuente y se quedaron mirándola atentamente.

—¿Por qué la cita a ciegas?—la pregunta de Inuyasha hizo que Kagome mordiera su labio y suspirara.

—No quería pasar otro 14 de febrero siendo una gruñona solterona—respondió intentando implementar humor, pero no lo logró.

—Pretendientes no te han de faltar, eres preciosa—Kagome giró hacia él curiosa.

—Si me ves en las mañanas pensaras lo contrario—contestó divertida.

—Si te veo en las mañanas créeme que en lo último que pensaría es si te ves fatal—la sonrisa traviesa en sus labios hizo que la piel de Kagome comenzara a bullir.

—¿Y qué pensarías?—indagó Kagome sacando a flote su coqueteo, ese que pensó que se había extinguido de su ser.

—Podrías salir corriendo—con una sonrisa sexy en los labios Kagome se quitó el cabello del hombro y enarcó una ceja.

—¿Seguro que no sería lo contrario?—las palabras salieron de sus labios en un tono sugerente.

La piel de Inuyasha se estremeció y parpadeó sin poder evitarlo, comenzó a comérsela con los ojos. No sabía por dónde empezaría a tocar ya que todo en ella incitaba al más carnal deseo. Su sangre iba caliente por todo su cuerpo y cuando dio un paso cerca de ella, alguien lo empujó.

Un grito salió de su garganta justo cuando cayó en la fuente.



Espero que hayan disfrutado.

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Besitos.

San Valentín a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora