GERMINACIÓN: VI

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Pisó el acelerador hasta que se alzó una humareda negra y contaminante al salir de la calle residencial donde vivía su padre. Fue su diminuta venganza por el comportamiento de Laika. Demostrarle que volvía a tener el control del Ford y que a la próxima no sería tan fácil engañarlo utilizando la táctica del lobo con piel de oveja. Cuando salió a la autopista encendió el reproductor de música a un volumen bastante más alto del que estaba acostumbrado. Quería llegar pronto a Brooklyn para disculparse con Rose, que no le había vuelto a responder más mensajes. Lo intentaría las veces que hiciera falta, aunque le cerrara la puerta en las narices. La noche anterior había ensayado distintos discursos según la situación.

Faltaba poco para que empezara a nevar. A partir de entonces, le sería más complicado conducir a Nueva York. Alzar la cabeza y otear las nubes era casi una cuenta atrás. No sabía lo que tenía que conseguir, ni lo que perdía si no llegaba a la meta, pero el sentido de urgencia no lo abandonaba, por lo que se le habían hecho cuesta arriba los últimos días que había invertido arreglando el jardín.

Aprovechó la calma después de la tempestad para hacer lo máximo que estaba en sus manos, porque no le gustaba dejar ningún trabajo a medias y porque despistó a Laika, que creía haber ganado. Desconocía que ya había hablado con su padre sobre la posibilidad de comprar materiales específicos de jardinería. No había sido difícil convencerlo. Llamó a Rose por teléfono mientras hacía cola en una panadería.

—¿Quién es? —contestó con la voz somnolienta. Remo sonrió apoyado en el mostrador del negocio.

—Buenos días. Soy yo, Remo.

—¿Qué quieres? —Tardó unos segundos en procesar la información, pero no le pareció que su tono cambiara a uno más agresivo.

—¿Has desayunado? —Esperó a que el camarero le preparara la caja de donuts que había pedido, con varios de coco.

—No me he levantado de la cama todavía, me quedaba media hora de sueño... ¿sabes?

—Vale, también tendrás que perdonarme por eso. ¿Qué te parece si desayunamos juntos en tu casa? —Le gustaba la idea de hacerlo una costumbre. Desayunar donuts con ella y con Luke. Llevarle flores le parecía una idea ridícula—. Y con tu padre —añadió.

—¿Pero dónde estás? —Escuchó movimiento de ropa de cama.

—A media hora de tu casa.

—¿Has venido? ¿Así, sin avisar?

—Hombre, Rose. Era una sorpresa. ¿Es que tenías planes hoy o algo? —preguntó con ironía, pero sintió un pequeño calambrazo en el estómago al contemplar la posibilidad de que sí tuviera planes.

—Pues... Trabajar, darle de comer a los gatitos. El tuyo entre ellos, que a ver qué piensas hacer, porque solo le gusta dormir en la cama, ¿sabes? —La notaba más despierta. Remo no la interrumpió—. Tengo que hacer unos encargos. Sí. Tengo muchos planes.

—Te invitaría a comer, pero la verdad es que todavía no he recuperado mis cuentas del banco y estoy sin un duro —la interrumpió—. Te tendré que pedir disculpas sin nada más que mi ingenio y unos donuts.

—¿Todavía no has recuperado tus cuentas? ¿Y a qué esperas, pedazo de anormal? —Rose ignoró deliberadamente el resto de las palabras de Remo.

—Sí, sí. Ya lo sé. Pero quería disculparme contigo antes que nada...

—Pues entonces hazlo, pero no por teléfono. No habrás hecho un viaje para disculparte por teléfono, ¿verdad?

—Pero estás enfadada, ¿me vas a abrir la puerta?

—¿Yo? ¿Enfadada? Hmmm... Puede. Pero cuando se me quita el hambre me enfado menos. No sé a qué estás esperando.

Le colgó el teléfono sin darle tiempo a responder. No comprendía que no estuviera enfadada. Le había cancelado los planes a última hora, con el disfraz listo. «Se estará haciendo la dura», pensó y entró en el coche. Ya más o menos conocía la zona. Sabía dónde podía dejarlo aparcado por el mínimo dinero posible y cuánto tardaba en llegar hasta Silvera. Deseaba ver a Rose de nuevo, quedarse tranquilo con unas disculpas en condiciones, pero también debían hablar. Se había terminado la teoría y los intentos tímidos de descubrir quién era. Era hora de entrar con todo.

Reseco de veneno, sediento de sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora