Capítulo 7

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Capítulo 7

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Intentó ser el muchacho que su padre quiso, creció sin rebatirle ni una sola palabra, sin saber lo que era tener una oreja personal, con palabras de firmeza tomadas como consejos de aliento. Siempre se trataba de lo mismo, porque siempre era entrenar. Incluso cuando no lo hacía, era entrenar.

Porque no lo querían débil, porque no quería que fuera una plasta inútil.

Porque si tenía magia para controlar las sombras, debía aprovecharla y no largarse bajo ningún término, si no tenía la libertad para hacerlo.

El mismo día que conoció a Akali, acabó ahí porque no le dejaron ir a una misión por ser muy joven. Tenía catorce años cuando escapó de su casa por primera vez, y cuando Zed cometió —lo que él se creía— el error de permitirle tal libertad. Porque el mocoso deambuló por horas hasta llegar al pueblo, hasta cruzar el puente, hasta llegar a los árboles, lanzar la guadaña con rabia e impotencia y conseguir que ésta acabe enredada entre las ramas.

Al bajar, Akali ya estaría en su vida.

Y en lugar de conocer un mundo con mayores posibilidades de poder e inclemencia, le adoptó una amiga que le hizo tanta presión en la vida como para que su humanidad no decaiga, sino que tomara fuerzas. Aprendió a respetarla, a quererla, a añadirla en el puesto de personas importantes en su vida.

Ciegamente, a veces, se imponía el cariño por la chica más que la lealtad a su padre.

Muchas veces la creyó culpable de cosas que no eran más que su propio despertar.

Había conocido la sensación de que otra persona le cubra la espalda, le tenga confianza, se sienta segura consigo. Conoció con ella la rebeldía, otra manera de ver las cosas; no iba a ser el mismo después de saberse igualado, después de conocer emociones y sensaciones que nada tenían que ver con el dolor, la presión y frustración. No después de conocer un paraje donde nada más que él, su alma, la de Akali, ella y la naturaleza se encontraban, siendo ellos mismos.

Imposible después de saberse incluso con un tacto tierno, con gusto por el placer, con la emoción de saberla en su vida de tantas maneras.

Quizá por eso le fue incluso indiferente cada vez siguiente que no le permitieron ir a las misiones, y por eso cuando comenzó a hacerlo éstas le hicieron dudar en sus pasos y agarre, pese a cumplirlas a la final. Su temple se había partido de la niñez cruda a la adolescencia consternada, a la adolescencia hormonal e instintiva de querer estar entre las piernas de la chica que quería.

Todavía recordaba que el día de su primera vez, acabó yendo inconscientemente hacia ella.

En parte porque llevaba tiempo sin verla, en otra porque la duda en la misión previa le había dejado tan perdido en un halo de incertidumbre que había comenzado a canalizar gracias a la presencia de Akali en sus encuentros.

Y la magia del río le llevó a verla, de forma directa y como mujer, al mismo tiempo en que pareció despertarlo a sí mismo como hombre. Le llevó embrujado a envolverse de la muchacha, a querer envolverla también de sí.

Y ahora... si era lo que la tierra quería que ocurra, ¿por qué...?

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Akali llegó al punto de encuentro como siempre, ese mismo día.

Un poco de estiramiento previo al calentamiento y a esperar a que Kayn llegara para comenzar. Ese día fue sólo con agua. Irelia le comentó al dejarla ir que volviera temprano y no se distrajera mucho, que oyera bien a sus alrededores porque comenzaba a tener malos augurios. El propio Shen había murmurado algunas incoherencias antes de dejarle encomendada a su madre e irse, quizá un poco más preocupado de lo que era usual.

Sombras crepúsculares [Kayn x Akali - Shen x Zed]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora