Al pasado

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Capítulo 9

Al pasado

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Shen conoció a Zed, por ese entonces Govos, cerca de treinta años atrás.

Su padre había sido capaz de adoptar al mencionado, trayéndolo de las calles para darle una vida de entrenamiento y capacitación, mucho mejor que una vida de vagabundo y ladrón de última escala. Kusho había visto en él un gran potencial que no deseaba desperdiciar.

Y en efecto, a los dieciséis años ya estaban ambos —tanto Govos como Shen— a la misma altura. Si bien uno fuera más propenso a lo físico y el otro a lo espiritual, ambos poseían los dones de la magia en una intensidad justa para ser grandes sucesores. Había pocas diferencias en sus formas de ver las cosas, más agresividad en caso de Govos, algo más de paciencia por parte de Shen.

Había un ímpetu remarcable en cada acción del primero.

Se notaba más allá de cualquier alucinación, poco claro pero presente, la necesidad de intentar alcanzar las metas y la aprobación de su maestro. Las presiones en sus hombros eran innecesarias, muchas veces dictaminado por Kusho: Govos tendría las mismas posibilidades de Shen para ser su mejor alumno, ambos compartían el primer puesto y ambos conseguirían llegar lejos.

Para un niño que llegó a los diez años y notó una mejora en toda su vida gracias a las atribuciones de su mentor, era obvio que mantenerse bajo su sombra de orgullo sería lo más natural. Shen había nacido en ese lugar, con condiciones presentes desde el mismo instante; sus presiones incluso disminuyeron cuando le llevaron al otro niño a su habitación, para comenzar a compartir cosas que les iniciarían una marca inmensa.

El hijo de Kusho era un poco mayor que el recién llegado. Por entonces, la seguridad de Govos era menor, tal cual su necesidad de empoderarse, por lo que fue recibido con bastante simpatía y buenas migas.

«Si duermes temprano, el amanecer te será más agradable».

Iniciaban sus entrenamientos desde la salida del sol, hasta el crepúsculo.

Era imposible de negar para Govos que, a bien o mal, sin Shen no hubiera podido tener una integración rápida y agradable. Su rebeldía era menguada por la compañía y comprensión que el hijo de su maestro le brindaba, volviéndose una amistad cercana muy divertida en medio de entrenamientos a golpes, jugarretas en tiempos libres, peleas en las noches, disturbios problemáticos en cuanto intentaban divertirse y se les iba de las manos.

Como esa vez en que tumbaron las estatuas sagradas por estar persiguiéndose en modo de cacería.

O aquella en que Kusho les encontró por el llanto de Govos, nacido de una disputa superficial que se tomó muy a pecho.

Siempre se tomaba las cosas de esa manera, tenía la capacidad inmensa de manipular a todos con sus ataques defensivos hacia sí mismo, con demostrar cuán atacado llegaba a sentirse y también con fingir ser un completo ignorante cuando metía la pata por su cuenta. Su hijo estaba consolándolo y disculpándose para que no le echaran pestes.

«Que solo era un juego. Que no se crea todo lo que le diga. Que sólo se molestó por un momento».

Las actitudes de los menores eran las que hacían que Kusho se contemplara a sí mismo con las elecciones que haría a futuro. Agradeció bastante que la adolescencia les calmara en cuanto a jugarretas y que consiguieran ser menos revoltosos, pero como de costumbre con toda alma en el mundo: eliminar por completo la esencia de cada una era toda una imposibilidad.

Sombras crepúsculares [Kayn x Akali - Shen x Zed]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora