Capitulo 4

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Jueves,
ya era jueves por la mañana, y no me quería levantar.
Llevaba unos días desastrosos y solo lo sabia Luna, mi fiel amiga, que ya no estaba y tenía que esperar hasta la dulce noche.
No es que odiase los jueves, era porque al día siguiente era mi cumpleaños, y como ya he dicho, no me gusta nada.

Me levanté rápido de la cama y me volví a caer del mareo, me pasa muchas veces, no se porque. Esperé un poco empezando me a inundar en mis pensamientos, ya a esta hora de la mañana. Mientras tanto me iba despertando y haciendo me una idea del día, Laura iba a estar echando cohetes por el viernes y si no ocurre un milagro Nico también me lo recordaría.

Un poco más tarde, ya me sentía mucho mejor. Y mi madre ya me estaba llamando/gritando para que bajara a desayunar, es decir, poner la mesa.

Me vestí con lo primero que pillé del armario. Ya que anoche se me fue prepararlo. Cuando me agaché para ponerme los pantalones, me dio un pinchazo de dolor por encima de la nuca. No le di mucha importancia y continúe con el día.
Bajé lo más rápido que pude sin caerme. Al terminar de bajar, fui hacia la mesa, donde me encontré una sorpresa.

La mesa estaba hecha. Nunca le había hecho nadie que no fuese yo. Y lo peor era que mi padre estaba sentado en una de las sillas, MI PADRE el cual se sienta a la quinta vez que se lo pide mi madre y solo algunas veces, algunas pocas.
Estaba de pie con la boca abierta sin saber que decir, solo miraba a mi alrededor. De repente entró mi madre a la pequeña sala, llevaba en la mano los dos platos que quedaban para rellenar la mesa. Los puso y se sentó SE SENTÓ mi madre SE SENTÓ, esto parecía un sueño.
No tenía palabras, ni sabía que hacer. Cuando alguien me agarró del polo, era Marta

-Pablo,¿Pero que haces ahí de pié? Vamos a comer, ¡Que se hace tarde!

-Yo.. emm- no tenía palabras.

-¡Pablo, por favor, que te sientes de una vez!- esta ya si parecía mi madre.

Les hice caso y me senté. Pregunté por Lucas, pero me dijeron que estaba en el instituto. Eso era bueno. Ya no llegaba tarde como siempre, y ya no tenía que inventar una excusa o decir la verdad, se ha quedado dormido.

Mientras comíamos no había ningún tipo de tensión. Estábamos todos cómodos. Hacía años de eso. Ya no me dolía tanto la cabeza, poco a poco iba disminuyendo el dolor.

Dejé de mojar el pan con la yema del huevo y me senté en el banquillo de la entrada, con la mochila para esperar a Laura. No estuve mucho tiempo sentado, pegó al minuto.

Al abrir la puerta, Laura asomó la cabeza buscando algo o alguien. Imaginé que sería a Lucas, pero estaba equivocado. Escuché unos pasos que se acercaban hacia nosotros. Era mi madre. Se acercó a Laura y la saludó.

Dijo que iban a hablar un rato y me mandó a ayudar a Marta a que terminase de beber el zumo de naranja. No le gustaba nada.
De mientras, las otras dos estaban cuchicheando súper flojo, no entendí nada de lo que decían, que coraje me dio.

A Marta le quedaba la mitad del zumo, cuando apareció mi madre por detrás y me dijo que ya me podía ir. Me fui lo más rápido posible. Y me puse a hablar con Laura de lo raro que estaba siendo el día, ella, como ya dije antes, estaba súper feliz. Diciendo que mañana sería un día maravilloso, que no sé qué, que no sé cuándo. Y yo cada vez que quería preguntarle de que lo con mi madre cambiaba de conversación.

Al llegar al instituto, mire a mi alrededor buscándole. No quería verlo, igualmente en clase lo vería. Laura hablaba y hablaba sin parar, apenas le prestaba atención. Estaba demasiado nervioso para eso. Lleguemos a la clase y puse mi mochila en su sitio tal como lo hizo Laura, en la mesa de al lado. Había muchos niños y niñas dando vueltas por la clase, pero ninguno de ellos eran Nico o sus amigos. Sonó el timbre y entró el profesor con su antiguo maletín. Tocaba historia, como siempre todo el mundo se quedaría dormido. A veces hasta el maestro lo hacía.

Pablo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora