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Desaparezco de la faz de la tierra y no vuelvo por un fin de semana.

26 de agosto del 2022, Milán.

Tenía el sol de frente, el aire fresco de Milán y las flores a mi alrededor. Seguía regando la lavanda que había plantado y la miraba con triunfo, era la primera planta de la huerta que no se me moría.

—Solana, llegó tu visita—Dijo la enfermera entrando al solárium y yo levanté la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja. Lautaro y Agustina me iban a venir a visitar con Nina, después de tantos meses ellos decidieron traerla y yo accedí a que lo hicieran. No quería que ella recordará sus primeros años y que se acordará de cuando su tía estuvo internada en un loquero.

—Gracias Julia, ya voy—Dije sonriendo mientras cortaba una hoja de lavanda para llevarle de regalo a Nina.

Caminaba hasta el zoom donde todos se encontraban con sus familias, iba con una sonrisa de oreja a oreja, pero cuando me di cuenta quién estaba sentado en la mesa que decía Solana con flores y corazones la sonrisa se me borró de golpe.

— ¿Qué hacen acá?—Pregunté mientras veía que Nicolás lo había traído.

—Antes de que te alteres, ¿pueden hablar bien?—Preguntó Nicolás poniéndose de pie. Enzo estaba callado serio y yo lo miré negando con la cabeza.

—Nico, te pedí que no vinieras y menos que lo traigas con vos—Reclamé mirándolo. Nicolás se me acercó y me dio un beso en la frente abrazándome.

—Yo sé que es mañana, pero feliz cumpleaños, Lana—Dijo y después de unos minutos lo abracé sintiendo que estaba por llorar.

—Gracias pa, no tenías que gastarte tanto en venir—Comenté mientras él me apretaba el cachete.

—Te quiero hija, dale el gusto de hablar un ratito con vos—Murmuró mientras nos dejaba a solas.

— ¿Te podés sentar?—Preguntó mirándome y yo me senté cruzada de brazos, Enzo estiro su mano y me dejo una carta arriba de la mesa.

— ¿Y eso?—Pregunté mirando el sobre.

—Una carta, así como vos te despediste de mí con un mensaje, yo lo hice a la antigua—Dijo sonriéndome mientras la miraba agarrándola con una mano.

—Gracias—Musité algo incomoda sin mirarlo.

— ¿Y cómo estás?—Preguntó mirándome como si fuera una de las cosas más hermosas del mundo. Estaba con ropa de pijama y con el pelo atado, me veía -10.

—A veces mal, a veces bien—Dije sinceramente mientras me cruzaba de brazos.

—Yo te veo bien, me gusta más como te ves de morocha—Dijo sonriéndome mientras miraba el mechón de pelo rebelde cubriéndome la cara.

—Gracias, Agus vino hace unas semanas y me ayudo a teñirme—Contesté asintiendo. Me sonreí pensando en que sí era verdad que me quedaba lindo.

— ¿Ya estás mejor con tu familia?—Preguntó juntando las cejas, parecía que tenía esperanza de que le dijera que sí.

—Mejor... desde la última vez que nos vimos intente crear una relación con Lauti—Le expliqué sonriendo poco a poco.

—Por lo visto te salió bien—Acotó haciéndome reír mientras miraba las cosas que había abajo del vidrio que separaba la mesa con las cosas. Era una mesa de madera que tenía fotos, recuerdos, cosas que necesitaba para recordar lo que quería ser y con quien estar cuando saliera de acá. Había fotos de mi familia, mías con Nina, notitas que Papu me había enviado por medio de mi hermano, cosas del Benfica que Ota me mando y pequeños recuerdos que me hacían pensar en la vida que quería cuando saliera de acá.

MUÑECAS (scaloneta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora