Capítulo 21

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Cuando Olaf les habló de una escalera que conducía a la cima de la montaña, Anna había imaginado un camino rocoso y bastante precario, por lo que cuando el muñeco de nieve los condujo a una hermosa e intrincada escalera, completamente hecha de hielo, se quedó sin palabras.

Tomando un aliento aún más profundo, miró que en la parte superior de las escaleras había un maravilloso palacio helado. Columnas en espiral se elevaban desde el castillo hasta el cielo sobre ellos. Cada detalle trabajado en el hielo parecía como si hubiera sido tallado a mano, y probablemente lo había sido, se dió cuenta Anna, por la magia de hielo de su hermana.

—Wow —dejó escapar Anna con asombro, recuperando el aliento.

A su lado, escuchó a Kristoff jadear. Cuando volvió a mirar hacia arriba, vió que su mano estaba sobre su corazón.

—¡Todo eso es hielo! —dijo solemnemente—. Podría llorar ahora mismo.

—Adelante —respondió Anna—. No te juzgaré.

Estaba siendo honesta. Anna dió un paso adelante, tentativamente subió al primer peldaño de la escalera helada y empujó. "Mejor no correr ningún riesgo", pensó, probando si el hielo se rompería bajo presión. No pasó nada, luego comenzó lentamente el ascenso, agarrándose firmemente a la barandilla.

A medida que se acercaba a la cima, podía ver mejor los detalles. Los costados del palacio estaban adornados con elaborados detalles en forma de copos de nieve, que brillaban intensamente a la luz del día. A la izquierda, vió un balcón y se preguntó si su hermana estaría en algún lugar allí. Al llegar a lo alto de las escaleras, Anna se detuvo frente a las enormes puertas del palacio. Como todo lo demás, eran hermosas y detalladas, el resultado de algo profundo y maravilloso que existía dentro de Elsa.

"Ojalá todos en Arendelle pudieran ver este lugar", pensó Anna. "Solo han visto la devastación que Elsa puede causar, pero eso es porque solo la han visto huir con miedo. Este lugar es el resultado de liberarte y seguir tu corazón. Esta es la Elsa que sé que querrá hacer lo correcto por Arendelle".

Al escuchar una respiración pesada a su espalda, Anna se dió la vuelta y notó que Kristoff y Olaf la habían seguido.

—Impecable —elogió Kristoff, notando las puertas. Anna asintió con la cabeza.

Estiró los dedos, acariciando los delicados detalles tallados en el hielo. Vió algo de su hermana en cada detalle. Una larga línea de hielo curvándose a su alrededor le recordó a la joven Elsa a la que le gustaba dar vueltas en círculos, riendo, con la falda arremolinándose a su alrededor. Pequeños copos de nieve tallados traían a colación el recuerdo de Elsa con la lengua fuera, riendo.

«¡Mira, Anna!», ella gritó. «¡Son caramelos de nieve!». Anna se había reído mucho con su hermana, también sacando la lengua para atrapar los copos de nieve. Era un recuerdo bastante vago, pero reconfortó el corazón de Anna incluso cuando la entristeció.

Ella levantó la mano, preparándose para llamar a la puerta, pero vaciló en el último momento. ¿Cuántas veces se había parado frente a una puerta cerrada esperando que Elsa la dejara pasar? Aquí estaba ella, de nuevo en la misma situación, lo único diferente era la puerta.

La idea de volver a ser excluida de la vida de su hermana le resultaba insoportable. Sacudió la cabeza. ¿Cómo podría pedirle a la gente de Arendelle darle otra oportunidad a Elsa si no podía dársela a ella? Había venido hasta aquí para que le diera esa oportunidad...

—¡Toca la puerta! —la animó Olaf, alentador. Anna cercó su mano, pero aún sin tocarla—. ¿Por qué no toca? —el muñeco le preguntó a Kristoff—. ¿No sabe cómo tocar?

Un Corazón CongeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora