Un Corazón Congelado

Capítulo 26

El candelabro ciertamente había hecho su trabajo. Elsa permaneció inconsciente todo el camino de regreso montaña abajo. Hans hizo los arreglos para que Elsa fuera encerrada de forma segura en una torre, donde, con suerte, no haría más daño.

Los sirvientes del castillo insistieron incómodos en preguntar por el bienestar de su reina. Los despidió lo más rápido que pudo, asegurándose de que todos supieran la historia completa sobre lo que sucedió en la montaña en el momento adecuado.

"Tan pronto como sepa qué historia contar", pensó Hans.

Las próximas horas serían cruciales para el futuro de Arendelle y especialmente para su propio futuro. Hans fue a la torre donde había encerrado a Elsa. Al llegar a una pesada puerta de madera, abrió una ventana a la celda de Elsa. No era exactamente una mazmorra, ya que el pacífico reino de Arendelle no necesitaba tal prisión, sino que estaba aislado con mínimas posibilidades de entrada y salida. Adentro, Hans vió como Elsa miraba tristemente por la ventana. Observó la nieve, que seguía cayendo, dejando el mundo cada vez más blanco.

Su rostro mostraba mucho dolor, y Hans no podía dejar de pensar en lo terrible que debe ser perder completamente el control de una situación. Él nunca perdió el control. Hans apretó los puños mientras miraba a la reina. Esa nieve era toda suya y todo pasó por su culpa.

Si Elsa hubiera mantenido la cabeza y literalmente mantenido la calma, él y Anna probablemente ya estarían bien metidos en los preparativos de su boda. Seguiría adelante con la fase final de su plan, encontraría una escapatoria para deponer a Elsa y luego demostraría que él, el leal príncipe Hans, podría ayudar a Anna a gobernar bien Arendelle.

En cambio, él estaba aquí, tratando de arreglar el lío causado por la mala gestión de Elsa.

Había un reino donde todos tenían frío, los dignatarios estaban hasta el cuello tratando de resolver el problema del invierno, su novia estaba desaparecida y ahora Elsa estaba encadenada, pero ella mantuvo su poder.

"Para cualquier otro hombre eso podría haber sido demasiado. Pero no para mí", pensó Hans. "Ya he tomado el control de la situación y la he adaptado a mi ventaja. Solo necesito seguir así hasta que todo se resuelva".

Abriendo la puerta, entró en la habitación. Colgó su linterna de fuego en la pared y esperó. Había aprendido que era mejor dejar que el enemigo hablara primero. Esto le permitía medir sus emociones y responder apropiadamente.

—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó Elsa cuando vió a Hans parado allí.

—No podía dejar que la mataran —contestó, forzando una expresión de preocupación.

Elsa bajó la cabeza mirándose las manos.

—Pero soy un peligro para Arendelle —dijo con tristeza—. Trae a Anna.

—Anna no ha regresado todavía —espetó Hans bruscamente y Elsa se encogió mirando por la ventana de nuevo. Suavizando su voz, continuó—: ¿Puedes parar este invierno, traer de vuelta el verano...? ¿Por favor? —Elsa levantó la vista hasta que sus miradas se encontraron.

—¿No te das cuenta...? No puedo —respondió con sinceridad—. Tienes que pedirles que me liberen.

Hans la miró más de cerca, tratando de determinar si Elsa estaba siendo honesta, particularmente esperando que fuera una gran mentira. Pero era bueno detectando esas cosas y sabía que era verdad. Elsa no podía detener el invierno que sin darse cuenta había iniciado.

Ahora quería escapar de regreso a su montaña helada y dejar que su hermana limpiara el desorden. Su hermana, que aún no había regresado y se perdió quién sabe dónde en las montañas. La hermana con la que se suponía que se casaría después de ayudar a salvar a Arendelle. La princesa que lo haría rey y lo dejaría gobernar con un felices para siempre...