Sonó mi teléfono. La morena seguía a mi lado, en la cama. No, no se había ido. ¿Cómo se llamaba? Ni siquiera se lo había preguntado. Me di repugnancia. Esas no eran las formas. Me pasé la mano por el pelo intentando medio peinarlo.—¿Sí? —contesté desganado.—Tengo que hablar contigo, me voy a consumir —suplicaba Peter al otro lado de la línea.—¿Qué pasa, amigo? ¿Es sobre Sara? Ya te dije que no tienes que pedirme permiso. Lo nuestro fue hace muchísimo tiempo.—No te voy a pedir permiso, pero necesito aclarar ciertas cosas. ¿Qué sentiste cuándo la viste?Mi corazón tembló y golpeó con fuerza mi pecho.—Pues me sorprendí.—¿Qué tipo de sorpresa? ¿Te tocó la parte sentimental? ¿Sexual? ¿Las dos?—Me tocó el recuerdo, Peter. El recuerdo. Yo no soy el que Sara conoció y ella, supongo, que tampoco tendrá mucho que ver con aquella Sara. Evidentemente me agradó verla. Sigue igual de guapa y sencilla.Me mordí la lengua. Dar demasiada información sobre lo que pasaba por mi cabeza solo conseguiría preocupar más a Peter sin necesidad. Y no iba a decirle lo que había hecho horas antes pensando en ella.Peter suspiró y mantuvo un silencio tenso.—¿Dónde estás? Te invito a comer.—Estoy en Madrid, en un hotel. —Me levanté y fui al baño. La camarera aún dormía, pero no me apetecía seguir hablando delante de ella—. Anoche acabé con una que no sé ni cómo se llama. —Oí un sonido poco conforme al otro lado del teléfono—. Sí, lo sé, no tengo que hacerlo así, pero surgió.—Y esa es la consecuencia de que ayer te reencontraras con Sara. Necesitabas desquitarte como fuera con quien fuera. Te recojo a la una. Mándame la ubicación.Colgó. El Mercedes de Peter estaba en la puerta cuando salí con la morena a mi lado. Le di dos besos y le prometí volver a pasarme por la discoteca. Promesas que se pierden en el aire.—¿Qué pasa tío? ¿Por qué tanta prisa o interés? ¿No has pasado la noche con Sara?—Se podría decir que sí.—Ya...Los dos guardábamos información. Así iba a ser difícil hablar. Peter condujo hasta un restaurante que ya conocíamos de otras veces. Dio su nombre en la entrada y nos sentaron junto a una ventana.—¿Quién empieza? Me imagino de qué quieres hablar... ¿Empiezo yo? —propuse. Peter asintió—. Has oído tanto hablar de Sara que tienes miedo de que siga enamorado de ella. No, no lo estoy —aclaré cuando vi que entrecerraba los ojos—. Pero sí me ha costado olvidarla. De hecho, creo que aún no lo he conseguido. Hay una especie de reminiscencia que reaparece a placer o cuando alguna guarda cierto parecido con ella. Cuando la vi me puse nervioso, está claro. Su actitud conmigo no fue receptiva ni afable. Así que por esa parte ya tienes mucho ganado. Cuando vi cómo me contestaba decidí que tendría que hablar con ella, al menos para aplacar los nervios. Tiene demasiado rencor dentro. Aunque creo que contigo parece desaparecer. Sara habla con los ojos, puedes saber lo que piensa sin que pronuncie una palabra. —Sonrió—. Veo que eso ya lo sabías.—No me importa que habléis, está claro —me imitó—, pero el baile..., ¿qué pasó en el baile, Álvaro? Allí había algo más que dos personas moviendo el cuerpo al son de la música. —No fue intencionado. No sabía que bailaba así y, para serte sincero, quería chulearme delante de ella. Pero entonces comenzó a bailar con esa soltura, tan bien, sabiendo lo que se hacía... Su olor, su piel, su cercanía... lo siento, yo creé esa situación.—Te habrías acostado con ella...—Si no hubiera estado contigo lo habría intentado, sí, pero está contigo. —Peter bufó disimuladamente—. Y no es solo que te respete, es que, además, ella no quiere. ¿Tú has visto cómo te mira, cómo os miráis? —Sonrió y asintió con los ojos brillantes—. Además, me gustaría informarte de que Sara me odia por la forma en que la dejé.—¿La dejaste? ¿Qué pasó?—Eso es para otro momento, no es información relevante ahora. Para tranquilizarte, nada más acabar el baile preguntó qué cara tenías y si estarías molesto.—Eso está bien... ¿Lo volverías a intentar con ella?—No. Lo nuestro acabó y no tiene segundas entregas. Lo que espero —me pasé la mano por el pelo—, es poder hacerme a la idea de que su papel en mi vida va a ser otro totalmente diferente. Tengo que aceptarlo y convivir con ello. Me gustaría mucho tenerla como confidente, conexión tenemos, no lo podemos negar, pero eso ya depende de ella.—He visto cómo la miras...—Ya te he dicho que hay reminiscencias. Intentaré controlarlas. De todas formas es guapa, atractiva, tiene una chispa especial, es normal que los hombres la miren, acostúmbrate a ello.—¿Crees que ella...?—No. Para nada —le corté—. No dudes de ella, no tienes motivos. Ahora, tenemos que tener cuidado con Mónica. Sara es demasiado inocente para ella. Presa fácil.—Ya me di cuenta ayer.—Tranquilo, no te voy a levantar a la chica —dije intentando poner un poco de humor. Rio—. ¿Cómo se ha tomado que seas un tipo rico?—No lo sabe. —Abrí los ojos—. No quiero asustarla. Todo nuestro mundo le viene grande, lo repele. Estar anoche en la cena tuvo que ser difícil para ella.—Pero cumplió.—Como la que mejor. Mantuvo compostura y educación en todo momento. Estaba incómoda y supo disimularlo. —Frunció el ceño—. Sabe que tengo dinero: coche, billetes de avión, hoteles, restaurantes...; pero no se hace una idea de cuánto.—¿Cuándo tienes pensado decírselo?—Cuando me vaya a casar con ella. —Rio.—Vaya, ¿has llegado a pensar en eso? Tuve que tragarme un nudo muy gordo que se me había formado en la garganta.—Desde el día que la conocí. —Se pasó la mano por el pelo de forma nerviosa—. Es ella, Álvaro. —Asentí, ¿qué otra cosa podía hacer? Parecía tenerlo tan seguro—. ¿Por qué no la había visto hasta ahora? Y teniendo a David como amigo común, ¿por qué no has sabido nada de ella en estos catorce años?—Pues no lo sé. —Saqué el móvil y busqué en las redes sociales de David—. No tiene casi fotos. En esta aparecen algunos chicos. —Le enseñé la foto a Peter—. Este es Héctor...¿Cómo no me había fijado en esa foto? Si la hubiera visto antes con detenimiento habría puesto mi cerebro a funcionar intentando buscarla.—Ese es el grupo de amigos de Guadalajara —explicó Peter—. Nacho, Rubén, Raúl y Héctor —dijo señalando con el dedo—. Faltan las chicas, Sara, Ana y Helena.Busqué en los perfiles de Helena. Tampoco había casi fotos.—A Ana la conozco, ya eran amigas cuando estuvimos juntos. ¿Por qué nunca insistimos a Helena en conocer a sus amigas? —Se encogió de hombros—. ¿Qué sabes de su pasado?—Poco, lo que me contó Ana por encima antes de empezar con Sara. Me habló de un primer amor con el que sufrió mucho, ahora ya sé que fuiste tú, y de otra relación tóxica, la calificó, de idas y venidas.—¿Trabaja?—Es correctora de textos, teletrabaja. Vive sola y tiene una vida muy sociable con sus amigos.—¿Qué tal es en...? Bueno, ya sabes. Si no quieres no me cuentes nada.Peter rio a carcajadas.—No quiero dañarte, Álvaro. —Negué con la cabeza—. Es un huracán. En ese plano tiene toda la seguridad que en el resto no tiene. Maneja la situación a su antojo, no vacila ni un poquito. Me vuelve loco. Mi cuerpo reacciona al suyo con un solo roce. Es adictiva. Y muy activa. —Tengo que reconocerlo, me excité—. Eso me hace pensar que ha estado con muchos. Su seguridad... sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Sabe lo que quiero y cómo lo quiero. Eso sí, no es sexo por sexo. Hay amor. Ahora me he dado cuenta de que nunca antes había hecho el amor.—¿Más tranquilo?—Sí. Aun así, necesito pensar. Por tu parte ya sé lo que hay, pero ella... Necesito analizar toda la información y hacerme a la idea de que os voy a ver juntos más veces. Necesito estar seguro para protegerla.Asentí.—Vas a llamar a tu psicólogo...—Sí. Sara no puede saber nada. —Su mirada se endureció.—Si tienes pensado casarte con ella, se lo tendrás que decir en algún momento.
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No me niegues lo evidente
RomantiekAunque intente esconderlo, aquella decisión me perseguirá toda la vida. Lo que nunca imaginé fue que Sara volviera a formar parte de ella, mucho menos de la mano de mi mejor amigo, y que su aparición traería consigo a la persona que me pondría la vi...