𝐒𝐀𝐌𝐀𝐄𝐋 | 𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗢

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Aún con el terrible dolor que sentía por tener una lanza clavada en su pecho pudo apreciar de tan cerca aquellos brillantes ojos de tono miel poseedores de un fuerte odio y resentimiento.

¿Era esto lo que lo movía a hacer todo lo que él le ordenaba?, ¿Su resentimiento?, ¿Su odio?...

—Pobre Miguel.— murmuró tan solo dos palabras y le generó un terrible dolor en su pecho. Aún así no dejó de sonreír con burla —¿Te eh dañado demasiado con mis palabras? Por esa razón estás haciendo todo esto, ¿No es así?

—Callate, maldita sea.— dijo en un mismo tono que él, pero con demasiada rabia. No deseaba que nadie los oyera.

Su risa fue hasta oída por sus demás hermanos, pero no podían entender lo que tanto ellos murmuraban en voz baja.

Era aterrador. Samael era demasiado aterrador. ¿Cómo era posible que el ángel más hermoso creado por Dios se había convertido en esa clase de monstruo?

—Pobre Miguel.— repitió, pero con un tono de voz demasiado arrastrado. Hasta el respirar le era muy doloroso —En serio me das lástima.

—¡Samael, fuiste el hijo más amado por nuestro padre!— Miguel sujetó con firmeza las alas de su hermano mayor para evitar que esté lograse escapar —¡Fuiste bendecido con aquello que a nosotros nos fue negado!— todos oían con mucha atención lo que el arcángel de la guarda oraba con demasiada rabia hacía el condenado —¡Y te atreviste a ir en su contra poniendo a más de los nuestros de tu lado, arrastrándolos contigo a la avaricia y al pecado!— su voz sonó tan rota y se debía a que ni siquiera tuvo la vergüenza de mostrar su dolor en frente de todos los demás. Él empezó a llorar —¡Serás expulsado del Reino de los Cielos!— sentenció yendo al borde del reino para colgar de él a su hermano y soltarlo al final. Samael caería sin cuidado alguno hacía la tierra y allí pagaría por todos sus pecados —¡Tu divinidad sagrada será revocada!, ¡Nuestro padre te abandonará y solo tendrás esas alas heridas como un recuerdo de lo tan poderoso que alguna vez fuiste!— él oía cada palabra dicha por Miguel con poco interés. La brutal pelea que tuvo en contra suya lo dejó demasiado herido —Hasta nunca, hermano mío.

Soltó a su hermano dejándolo caer a la tierra desde esa altura.
Pudo apreciar el como Samael caía lentamente primero y de una forma rápida después, formando una bola de fuego que lo abrazaba y quemaba sus bellísimas plumas blancas de sus dos alas grandes.

—Lucifer.

Los pocos humanos que lograron apreciar la caída de los ángeles rebeldes llegaron a confundir esto con un fenómeno de la naturaleza. Una lluvia de estrellas lo que actualmente conocemos se pudo apreciar de esa manera en aquel momento, pero esa lluvia de estrellas fue un verdadero caos en la tierra.

Los ángeles caídos aterrizaban con fiereza en la superficie terrestre generando una terrible destrucción alrededor suyo.

Lucifer cayó contra las piedras. El dolor fue tremendo. Todo su cuerpo se hallaba con heridas profundas, golpes horrendos. La lanza de su hermano aún estaba clavada en su pecho.
Tomó está y la sacó de adentro suyo generando un desgarrador grito suyo.

—¡Padre!— gritó a Dios.
El Reino de los Cielos aún podía ser apreciado desde ese lugar tan bajo. Él sabía que él lo estaba oyendo y también lo estaba observando —¡Me abandonaste!— cualquiera creería que estaba siendo hipócrita —¡Tú me abandonaste, entonces yo te abandoné a ti!— su excusa también sonaría hipócrita.

Él solo deseaba huir de él. Lo abandonó en el momento en el que quería obligarlo a hacer lo que no quería y lo que tampoco deseaba. Se suponía que Dios daba siempre segundas oportunidades antes errores, ¿Por qué él no fue capaz de dársela?, ¿Por qué quería castigarlo si verdaderamente se sentía arrepentido de ese error?

—¡Te odio!— el cielo se oscureció. Dios estaba sufriendo —¡Te odio tanto!

𝐒𝐀𝐌𝐀𝐄𝐋 . ENNEAD✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora