Capítulo nueve

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El Peggy Sue, el mejor restaurante de la ciudad, según Dylan, y el cual estaba cerrado; pero eso no había sido un impedimento para él. Sacó un juego de llaves del bolsillo de su chaqueta y abrió la puerta como si de su casa se tratase. Abrí los ojos y la boca con sorpresa al verlo y él me indicó con el dedo que guardara silencio para después invitarme a pasar. Le eché una rápida mirada al restaurante y después me senté en la barra al ver cómo Dylan se metía detrás y cogía un lápiz y un papel.

—Prefiero venir cuando está vacío, pero no haré hamburguesas— dijo como respuesta a mi mirada de emoción, que se esfumó al escuchar sus últimas palabras. Guiñó un ojo, recordando cuando cocinamos en mi casa.

—¿Este sitio es tuyo?

—No, trabajé aquí hace un tiempo pero eso ya pasó... —comentó en voz baja y frunció el ceño mientras se miraba las manos— El dueño es un buen amigo mío y digamos que confía bastante en mí.

—Oh —comenté, por un momento había pensado que se había colado aquí y que una de mis miles dudas sobre él eran ciertas, pero resultó ser mentira. Eso me alivió y también me decepcionó; era imposible saber más de él, siempre me sorprendía con algo nuevo.

—Tal vez algún día vengamos de día, podríamos invitar a los demás. Haré batidos, aún me acuerdo de la receta secreta.

Sonreí y me apoyé en la mesa de la barra para mirarlo mientras trabajaba, concentrado en sus cosas. Cada vez Dylan me parecía más atractivo; me llamaba más la atención y tenía miedo de que empezara a gustarme cuando sabía que no iba a ser correspondido, aunque nuestra relación hubiera mejorado y ahora al menos me dirigiera la palabra, nunca llegaría a algo más. Antes de que pudiera cambiar de idea se acercó a mí y dejó un batido sobre la mesa. Sonreí con ternura, acariciando con suavidad el metal de la barra mientras buscaba las palabras correctas.

—¿Por qué ya no trabajas aquí? —pregunté, sintiendo que estaba siendo demasiado curiosa para su gusto.

—Eso no importa —masculló entre dientes y de un momento a otro se tensó y su comportamiento se volvió frío.

La mano que estaba sobre la mesa al lado de la mía se alejó, igual que cualquier otro contacto. Cuando pensaba que las cosas mejoraban con él, volvía a comportarse como antes; era desquiciante. Cogí aire antes de hablar y me mordí la lengua para no echarme para atrás.

—Siento si he dicho algo que te haya molestado, no lo sabía —lo miré directamente, intentando conectar sus ojos con los míos, pero éste no levantó su mirada.

Tragué saliva con nerviosismo y me acabé el batido lo más rápido posible, tenía intención de irme para acabar con la vergüenza que estaba pasando ante su comportamiento hacia mí. Cogí el teléfono y vi que mi madre había intentado llamarme varias veces, aunque no me había dado cuenta. Me disculpé y salí fuera para llamarla, ella me cogió el teléfono en seguida.

—Hola, mamá —dije con suavidad cuando la escuché al otro lado del teléfono. Miré al suelo con el ceño fruncido, sin poder olvidar el nuevo comportamiento de Dylan, y caminé de un lado a otro por inercia.

—Hola, cariño —dijo con alegría al escuchar mi voz— Sólo quería saber si estabas bien, pero ya hablé con Dylan.

—¿Cuándo?

—Hace un rato. Tú no me cogías el teléfono ¡y una madre se preocupa por su hija menor!

Me reí entre dientes y negué con la cabeza, ya me estaba imaginando su expresión facial al decir eso.

—No te preocupes, estaré en casa en seguida.

—No hay problema. Disfruta de tu tiempo con Dylan, yo tengo que ir al aeropuerto— me explicó, sonando demasiado entusiasmada, y yo fruncí el ceño.

—¿No estarás pensando en fugarte?

Ella se rió y escuché la puerta del coche abrirse junto al tintineo de las llaves chocando con el contacto del coche.

—No sería tanto estupida como para llamarte, hija —torcí levemente la cabeza, asintiendo mientras comprendía que tenía razón, pero en seguida mi expresión cambió a una de sorpresa; realmente se lo había estado pensado antes— Voy a recoger a tu hermano, viene a vivir con nosotras. Quería que fuera una sorpresa pero...

—¡Mamá eso es genial! —chillé entusiasmada y me reí de la emoción. Tener a Isaac viviendo con nosotras era lo mejor que nos podría pasar— De todas formas creo que volveré pronto a casa, no tengo muchas ganas de estar fuera y tengo deberes.

—Como quieras... Ahora tengo que dejarte, saluda a Dylan de mi parte.

Asentí con una sonrisa forzada y colgué. Miré la pantalla del teléfono, que ahora estaba bloqueado, y no pude evitar pensar de nuevo en la actitud de Dylan. ¿Adónde nos llevaría esto?

—Ven conmigo —susurró su voz ronca en mi oído y sus manos me cogieron de la cintura para llevarme dentro de nuevo.

Atravesó el restaurante hasta llegar a la cocina y abrió la puerta con el pie para darme paso, aunque iba de espaldas, mirándole a los ojos. La cocina estaba oscura y había un silencio que casi asustaba, pero teniendo a Dylan tan cerca en lo único en lo que podía pensar era en lo que se avecinaba, y no sabía si estaba preparada para ello.

Lo sentía cerca de mí, más cerca de lo habitual y yo retrocedía por instinto. Agarró mi cintura firmemente y me pegó a él, ahora no tenía escapatoria. Sentía su suave y caliente respiración en mis labios y podía ver sus pupilas dilatadas recorriendo mis labios entreabiertos. No podía creer que estuviéramos así de cerca cuando hace dos minutos estaba ignorándome de nuevo.

—Llévame a casa— susurré, rozando mis labios con los suyos por accidente. Eso lo animó un poco más y se acercó unos centímetros, si es que era posible.

—¿Quieres irte a casa? ¿Justo ahora?— preguntó con esa voz ronca que me obligaba a quedarme; pero sabía que no debía seguir cuando las cosas estaban tan raras entre nosotros. No quería estar en una relación en la que siempre estuviéramos alejándonos el uno del otro.

Asentí como pude, evitando su mirada a toda costa, y él se separó de mala gana, guiándome hasta su coche sin pronunciar palabra. Durante todo el trayecto no dijo nada tampoco y eso me hizo pensar que este era el fin de nuestra amistad. Cuando llegamos a la puerta de mi casa suspiré suavemente, casi para mí, y abrí la puerta sin esperar a que me detuviera, aun así lo hizo.

—Siento lo de antes es que... Nunca le he contado a nadie por qué me despidieron.

—No tienes que hacerlo si no quieres —aseguré, mirándolo con el ceño fruncido desde el rellano, manteniendo las distancias.

Si me lo hubiera explicado de esa manera desde un principio las cosas habrían sido completamente diferentes para mí, y sabía que no era mucho pedir.

—Encontraron droga en mi chaqueta cuando estaba trabajando, John no tuvo más remedio que despedirme.

Tragué saliva con fuerza y sentí como el aire se esfumaba de mis pulmones, eso era lo último que esperaba escuchar. Sentí la boca seca y que el aire me quemaba a su paso, pero mis labios seguían entrecerrados.

Temía decir algo y que no fuera suficiente, o que no fuera lo que esperaba. La confianza que Dylan había puesto en mí al contármelo había sido tan grande que no quería no estar a la altura. Parpadeé varias veces seguidas y tomé una gran bocanada de aire antes de formular la pregunta que tanto temía.

—¿Era tuya?

—No —dijo firmemente, y pude notar como el peso de mis hombros se desvanecía y volvía a respirar con normalidad— John lo sabía, me conoce desde que era un niño, pero por el bien de su local tuvo que hacerlo. Por eso tengo las llaves, me deja ir siempre que esté cerrado...

—¿Quién podría haber hecho una cosa así?

Él se calló y negó mientras apretaba la mandíbula. Suspiré al darme cuenta de la tremenda confesión que acababa de hacerme y me acerqué a él para darle un beso en la mejilla antes de separarme y despedirme con una sonrisa.

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Corto pero intenso, nos vemos!

silence » dylan o'brien (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora