3. La curiosidad mató al gato decían

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DANÁNE

De no ser por un pequeño rayo de sol que atravesó las ventanas de esa habitación tan "extrañamente" roja no me habría despertado. Con mucha pereza me incorporé y me levanté para vestirme con mi ropa de nuevo. Verdaderamente todavía no me creía estar en una mansión con criaturas sobrenaturales, pero sí, yo Danáne Wembley estaba en una casa con tres vampiros reales.

¿Cuanto he dormido?

Salí de mi habitación y bajé las escaleras, no sabía con exactitud que hora era, todo el cielo estaba oscuro y apenas había luz, por lo tanto me era imposible saberlo.

A donde voy yo ahora.

Me rugía notablemente el estómago, tenia un hambre voraz. Después de pensar decidí dirigirme hacia la cocina, haber si alguien había preparando la comida o el desayuno, cualquiera de esas dos cosas podrían ser. Sin embargo, no veía a nadie por ningún lado de la mansión, supuse que estarían en las otras habitaciones arriba, a las que todavía no había entrado. Una cosa estaba clara, era de día y pensé que podrían ser las tres de la tarde a groso modo, aun así no estaba de todo segura. Ademas no podía ver la hora en ningún lado.

¿Pero que clase de mansión es esta? Ni un triste reloj tienen.

Dejando atrás mis frustraciones me metí en la cocina y sobre la mesa se encontraba a un papel con una letra preciosa, la cual decía así:

Hola Danáne soy Antara:

Si te apetece comer algo tienes unas tostadas con mermelada en al encimera y sino quieres nada pues simplemente espera un rato más hasta que amanezca un poco.

Leyendo la nota me di cuenta que la mujer esa había sido considerada, ya que realmente se preocupó por dejarme algo para comer al menos.

Mermelada de melocotón, bueno no es de mis favoritas pero es comestible.

Me senté en una de las sillas que había por la cocina a comer mi cena, desayuno (o le que quiera que fuese). La luz poco a poco hacia su aparición gradualmente, eso significaba que ya estaba amanecido. De pronto, escuché unos pasos provenientes de la planta de arriba, que descendían hasta la planta de abajo. Era un hombre moreno de tez blanca que solo con mirarlo a los ojos veías la gloría.

Ejem, creo que me distraigo mucho.

Leckan, creo recordar que ese era su nombre. Estaba despampanante con el pelo todo desordenado, me quedé como tonta mirándole hipnotizada.

- ¿Qué?— dijo entre risas— ¿Acaso tengo algo en la cara?

- Nono estaba mirando el cuadro de el salón que me parece increíble— dije intentando disimular, el cuadro ni siquiera me gustaba pero con algo tenia que excusarme.

- Ya veo, oye Antara se despertará enseguida ella es la única que esta despierta por el día.

- Vale vale, pero... ¿No deberías de estar durmiendo?

- Eres una chica lista, así es, pero es que me desperté con sed, mucha mucha sed.— Dijo intentando insinuarme algo.

Después de eso se aproximó donde yo estaba comiendo. Mi corazón se aceleró por un segundo cuando se sentó en la otra silla al lado mio.

- Así que yo creo que tu me podrías ayudar con eso, muchacha.— me dijo con tono seductor apoyando sus brazos sobre la mesa. Cosa que hacia que sus venas se marcaran.

Ay dios santo.

- ¿Y-yo? ¿Como pretendes que haga eso?

- Bueno, digamos que tienes un cuello bastante apetecible, y... eso ayuda mucho. Aparte de eso, puedo oler el aroma de tu sangre es dulce, tan dulce que se podría comparar con un caramelo.— Argumentó relamiéndose con avidez a la vez que me acariciaba el cuello con dulzura.

Sangre Que CongelasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora