5. No se tienen por que enterar 1/2

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AVISO: Este capítulo contiene lenguaje/contenido explícito +18

DANÁNE

La única melodía que se podía escuchar provenía de la habitación al lado de mi cuarto. Creo que no estaba completamente sola después de todo. A veces ni yo entendía como me podía quedar inmersa en mis pensamientos mirando a la nada. Esas ondas de sonido de asemejaban mucho a un piano. Era de esas canciones que te envolvían como si de un regalo se tratase.

¿Pero no estaba sola?

Desperté de ese sueño que estaba teniendo despierta y me incorporé de la cama, ya que me había quedado sentada en el borde mirando a la nada, (bueno, en este caso había un cuadro de por medio). Me había quedado pensando en mi familia, por lo que no me dormí.

El sonido se intensificaba más cada vez que me acercaba, de hecho me estaba reventando los tímpanos, de una forma que nunca habían sentido mis oídos, me estaba quedando hipnotizada. Y así estuve un buen rato hasta que decidí descubrir quien estaba haciendo esa melodía. Me aproximé por el pasillo siguiendo incesablemente las ondas, llegué a el marco de una puerta la cual estaba abierta, la habitación parecía oscura, de hecho creí que era la más oscura de toda la mansión.

Vislumbré una sobra de unos dedos acariciando las teclas de un polvoriento piano mientras estaba escondida en el marco asomándome con disimulo. Cuando se dio cuenta de mi presencia se levantó de lo que parecía ser una silla en frente del piano y fue acercándose paso por paso hacia mi dirección.

Danáne reacciona.

De pronto sentí una mano sudorosa tapándome los ojos mientras que la otra me agarraba de la cintura adentrándome en aquella tenebrosa oscuridad. Yo me movía tratando de zafarme de su agarre pero era imposible tenía mucha mas fuerza que yo. Me soltó tirándome a una enorme cama negra de matrimonio permitiéndome ver su rostro.

Creo que es su cama.

Era aquel rubio que me penetraba con su intensa mirada, Alger, era él, ese murciélago misterioso que no volvió a aparecer por mi vista, era él. Vi como se sentó en la misma silla al lado del piano con los dedos entrecruzados mirándome con una intensa mirada.

- Bueno, te vas a quedar mirándome toda la noche o que. - Dijo observandome fijamente.

- ¿Como? No no. - Dije avergonzada aparatándome el cabello de la cara.

- Señorita, - Dijo cruzandose de brazos y apoyando su espalda levemente en el piano. - Debe saber que no es de buena educación espiar a través de una puerta. ¿O es que acaso a usted no le enseñaron modales en casa?

- ¿A-a mi?- Pregunté incrédula.

- No, hablaba con el alma de mi tatarabuela. Pues claro que te lo decía a ti, tonta.- Dijo en un tono burlón.

Y encima me insulta.

- Y-ya lo entiendo, u-una cosa, como es que tu te quedaste en casa y no fuiste con tus hermanos?- Le pregunté con mucha curiosidad con cautela.

- ¿Yo? ¿Ir con mis hermanos a hacer esa estupida tradición? No gracias, prefiero quedarme a componer mis melodías.- Dejó claro manteniéndose en la misma posición.

Asentí tras su declaración.

- Mejor no hablemos de mi familia, y divirtámonos, ya que estamos solos y nadie nos molesta .- Dijo incorporándose dando pasos lentos hacia mi observandome de forma coqueta. - Y no te preocupes no se tienen por que enterar.

- ¿A-a que te refieres?- pregunté teniendo miedo de la respuesta.

- A esto.- me agarró de la cintura y me levantó de la cama quedando los dos de pie, su otra mano la puso en mi mandíbula y en un segundo nos estábamos besando apasionadamente. Nuestras lenguas viajaban en la boca del otro encajando a la perfección.

Sangre Que CongelasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora