1. No estamos en una de esas estupidas leyendas

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DANÁNE

- Pero fijate en las ventanas que tiene esta pedazo de mansión, aquí parece que vivía el conde Drácula. — Dijo apartando las telarañas que estaban dispersadas por absolutamente todas las ventanas.

- No digas esas cosas, que los vampiros no existen Oriol. — Dije con obviedad volteando los ojos.

- Danáne, eso nunca lo sabremos.— Dijo mi hermano cruzandose de brazos. — ¿Mira, te has fijado en los pilares tan oscuros y dañados que hay alrededor de toda la mansión? — Me preguntó queriendo que me percatase.

- Sí, son escalofriantes. De hecho, creo que esta es la mansión más misteriosa en la que hemos estado. - Afirmé omitiendo la parte en la que él sospechaba de la existencia de vampiros.

- Por eso te digo que aquí habrán cadáveres de vampiros.— Dijo muy seguro de sus palabras.

Y dale con esa tontería.

- Que dices. Pero si en las historias de fantasía esos seres son inmortales. Bueno, a menos que se expongan a la luz solar. — Argumenté restándole importancia a su creencia.

- Todo cuadra, las plantas se ven mustias. Además las nubes cubren por completo el cielo y parece que son las 23:00 de la noche. Por ende, no se asoma ni un solo rayo de sol. Precisamente por que el los quemaría, y todo está muy silencioso. Normalmente están despiertos por la noche mientras que por el día descansan. — Explicó mi hermano tratando de sonar convincente.

Que voy a hacer contigo Oriol.

- Tu lees demasiados libros fantásticos deberías dejar de leerlos.— Dije poniéndome seria.

Él rodó los ojos.

Avanzamos hacia el enorme portón con pasos sigilosos.
No estábamos del todo seguros si esa mansión verderamente estaba abandonada o si estaba habitada.

- ¡Shh! — Me advirtió poniendo una mano a modo de barrera cortándome el paso.— Que probablemente estén durmiendo. No levantemos sospechas sobre nuestra presencia.

- Deja de decir bobadas. Y pon los pies en la tierra, que no estamos en uno de esas estupidas leyendas.

- Te repito que no lo sabemos, esta mansión es demasiado peculiar para que haya estado habitada por unos simples humanos. — Seguía con su creencia completamente seguro.

Ya paso, es imposible hacerle entrar en razón.

- En fin sigue soñando, me rindo. — Levanté mis manos en señal de rendición.

- No estoy soñando.— Afirmó dirigiéndome una mirada fría.

- Sí, sí, lo que tu digas.

El sonido de una ramita romperse debajo de los pies de Oriol resonó por todo el jardín. Como si todo hubiese estado prescrito, la luz de la planta de arriba de la mansión se iluminó. Dando como resultado:

La fuga de mi hermano.

Sí así tal cual. Oriol me había abandonado en una casa en la que en su mente pensaba que habitaban vampiros.

Genial.

Lo primero que se me ocurrió fue salir por patas en la misma dirección que mi hermano lo había hecho.

Pero era demasiado arriesgado.

Ya habíamos llamado demasiado la atención, con que esa opción ya la tenía descartada. Me quedé con la opción más arriesgada pero con la más sensata.

Quedarme por ahí cerca vislumbrando todo.

Localicé un arbusto cerca de las verjas que rodeaban la mansión. Poniéndome de cuclillas me escondí detrás de este. La falda de mi vestido se había enganchado con unas hojas de el arbusto, resumiendo la falda se me había levantado dejando expuestos mis pálidos muslos.

Sangre Que CongelasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora